Desfil del Carro Triomfal. | Pere Bergas

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La devoción por Santa Catalina Tomàs desbordó este sábado las calles de Ciutat. Miles de personas disfrutaron del desfile del Carro Triomfal de Santa Catalina Tomàs, el más largo de los últimos 20 años, organizado por el Consell de Mallorca, el Bisbat de Mallorca y Canònica de Santa Magdalena. Como la gran festa del Regne -a razón de la canonización de la religiosa de Santa Magdalena, impulsada por el Gran i General Consell, el desfile honorífico se celebró por primera vez en 1792, tratándose de la segunda fiesta civil más antigua de Mallorca tras el Estandard-, contó con la participación de más de 700 personas, llegadas de diferentes municipios de la Isla.

Ataviados con vestimentas tradicionales -tamborers reials, pagesos i pageses, balladors i balladores, xeremiers y otras figuras populares fueron protagonistas del desfile-, y con distintas beatas y beatetas emulando episodios y milagros de la vida de Santa Catalina Tomàs, los participantes se reunieron en la Costa de la Sang y la Plaça de l’Hospital General, desde donde comenzó el desfile a las 18.30 horas.
Encabezada por la Policia Muntada de Palma y los Tamborers de la Sala, la comitiva arrancó la ruta por la Rambla, con numeroso público a ambos lados de la calle. En diferentes carros y carretons, interpretando al séquito de ángeles de la Beata, los niños lanzaban caramelos a diestro y siniestro.

Aunque el momento de mayor emoción sucedía con la llegada del Carro Triomfal, presidido este año por la pequeña Beatriz Montis, encargada de representar a la Beateta, y tirado por imponentes y recios caballos de raza percherón, llegados desde Barcelona para la ocasión por su amplia experiencia en fiestas multitudinarias. Como curiosidad, para mantener la ciudad limpia, una pareja de trabajadores de Emaya fueron recogiendo durante todo el trayecto las deposiciones de los caballos.

A su llegada al Teatre Principal, donde se encontraban las máximas autoridades políticas del Govern de les Illes Balears y el Consell de Mallorca, custodiadas por los maceros, cuyos trajes fueron restaurados en los últimos meses, las diferentes agrupaciones ofrecieron muestras de danzas y músicas tradicionales y los gegants i capgrossos bailaban sobre sí mismos. Llegado el Carro Triomfal, bajo la dirección de Llorenç Bonet, el Cor Petitons del Teatre Principal entonó Sor Tomasseta.

El desfile continuó por el Carrer de l’Unió para adentrarse en la Plaça d’es Mercat. Frente a la roca donde la leyenda cuenta que Catalina Tomàs esperaba ser aceptada en un convento de Palma, el el rector de la parroquia de Sant Nicolau, Bernat Oliver, hizo entrega del tradicional cucurucho de dulces a la Beateta, al que los angelitos no le quitaban la vista de encima.

En esta ocasión se prescindió, por su estrechez, de la calle Sant Jaume, y el desfile avanzó por la Avinguda Jaume III, donde numeroso público se había concentrado. Acto seguido tomó la calle Bonaire, siguió por Bisbe Campins y la Via Roma, para acabar en la plaza de Santa Magdalena. De este modo, el desfile se extendió durante más de dos horas. La colcada se cerró en el monasterio de las monjas canonesas de Santa Magdalena. Después de que las religiosas entonasen de nuevo Sor Tomasseta; la Priora Sor Pilar Fernández realizase una breve intervención y todos los presentes en el templo rezasen la oración del Padrenuestro, se realizó una ofrenda floral y los asistentes veneraron el cuerpo de Santa Catalina Tomàs.