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El pasado 12 de septiembre, el Parlamento Europeo aprobó un acuerdo para proteger, a través de la figura de la Indicación Geográfica Protegida (IGP), aquellos productos artesanales o industriales hechos en la Unión Europea que destaquen por su singularidad, tanto de origen como de producción. Se trataría, en suma, de extender esta certificación, que ya se aplica desde hace décadas en productos agroalimentarios, como la sobrasada, la ensaimada, la almendra, las hierbas o el palo, en el caso de Mallorca.

Es una figura similar a la de la Denominación de Origen Protegida (DOP) y comparte con ella que tiene como fin ayudar a los productores garantizando a los nombres de esos productos, como derechos de propiedad intelectual, una protección uniforme en todo el territorio de la Unión Europea, y proporcionando a los consumidores información clara sobre las propiedades que confieran valor añadido a dichos productos», según información oficial del Gobierno de España.

Productos icónicos

Esta decisión abre la puerta a que algunos productos icónicos mallorquines, como los siurells, sean protegidos bajo una eventual IGP. Con 56 años, Antònia Alemany, de Siurells Ca n’Antònia (Pòrtol), lleva desde los 14 años elaborando estas emblemáticas figuras exactamente como las hacía su madre. Su marido, Bernat Amengual, fabrica greixoneres junto a su hermano Tomeu en Ca’s Canonge, una de las dos únicas ollerías artesanas que quedan en Pòrtol, capital mallorquina de la alfarería. «La tierra de Pòrtol era muy famosa por su calidad, pero hace años que ya no se extrae. Las canteras están cerradas, y es más barato traer barro de fuera, que ya viene hecho y ahorra un montón de trabajo. Los siurells solían elaborarse, al igual que los cossiols y las tejas, con tierra del Pou de’s Coll, uno de los pozos comunes que había en Marratxí, pero ahora la autopista pasa por encima del viejo pozo», explica.

Otro de los problemas que de la alfarería es la falta de relevo generacional. «Nuestros tres hijos y nuestros dos sobrinos han preferido dedicarse a otras cosas, porque este es un trabajo que exige mucha dedicación. Los fines de semana hay que ir a las ferias de los pueblos, y te queda poco tiempo libre. Ellos han priorizado la calidad de vida», señalan. «Antes existían los aprendices, que empezaba muy joven y con el tiempo aprendían el oficio y podían dar continuidad al negocio. Ahora esa figura ya no existe, y cuando nos jubilemos, no podremos traspasar el negocio, porque no hay nadie que conozca el oficio», lamentan.

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En cualquier caso, Antònia percibe que el mercado de los siurells vive un buen momento. «Desde la pandemia, parece que la gente valora más los productos auténticos y tradicionales. Pasan por aquí muchos turistas y preguntan si realmente están hechos aquí, y nos encargan muchas piezas para regalar como detallito en hoteles, bodas, e incluso como trofeos para competiciones», asegura.
Otro producto que ha ganado mucha visibilidad en la era de Instagram es la roba de llengos, si bien sus imitaciones han proliferado como una plaga. «Es normal. Nadie plagia un producto malo. Solo se copian las cosas buenas», contemporiza Biel Riera, propietario de Teixits Riera (Lloseta), quien representa la cuarta generación de la familia al pie del telar. «Internet y las redes sociales han dado muchísima visibilidad a un producto que antiguamente se vendía fundamentalmente en la Isla.

Ahora, nuestro mercado es mundial, y tenemos pedidos incluso de EEUU. La mitad de nuestra producción se vende fuera de Mallorca», asegura Biel, quien revela que atiende regularmente a decoradores interesados en las telas para hoteles u otros proyectos. «El mercado ha cambiado muchísimo. Mi padre tenía 15 o 20 modelos de telas y 4 colores. Ahora, tenemos más de 120 modelos y una gama de 20 colores. Los clientes quieren poder elegir, y además exigen plazos cortos para recibir el producto. Conseguir esa capacidad de producción nos obliga a pasar a tener estructura de industria, que es el proceso de transformación en el que estamos embarcados actualmente», explica.

A Biel, padre de un niño de 8 años, el relevo generacional no le preocupa. «Hay que concentrarse en hacer prosperar la empresa. Si un negocio da dinero, siempre habrá alguien que querrá quedárselo», remacha. En cuanto a la IGP, cree que «es una buena iniciativa, aunque llega tarde. Tenemos que proteger aquello que nos hace diferentes. Si fuera francesa o italiana, la tela de llengos ya estaría protegida desde hace años por su país», opina. Otro de los productos singulares de Mallorca que sin duda es merecedor de una protección como la que puede garantizar la IGP es la llatra (o llata, dependiendo del municipio). La italiana Antonella Farris aprendió está técnica de la mano de las madones de sa llata de Capdepera, emblemático grupo de jubiladas que mantiene viva esta tradición. Tras aprender de ellas, Antonella transmite a su vez esta técnica a nuevos adeptos a través de La Escuela Artesana. «Hay muchísimo interés en la llatra.

Los cursos se llenan, hay mucha gente joven que quiere aprender y también se apuntan muchas madres con sus hijos o hijas», asegura. Se trata de una artesanía vulnerable. «Al parecer, en los años 50, antes del boom turístico, había una cierta economía en torno a esta labor, pero ahora es imposible. Se trata de un proceso que requiere tiempo, y eso es lo que tienen las jubiladas: por eso son ellas las que conservan la técnica», reflexiona. «Es inviable competir con los productos baratos que llegan de fuera, por ello no hay un sector económico de la llatra, sino que, en el mejor de los casos, supone un sobresueldo». «En gran medida, hacemos los cursos para que la gente valore todo lo que hay detrás de una cesta: cosechar el palmito, secarlo, blanquearlo con humo azufre, abrir las hojas, hacer tiras, trenzar, coser...», enumera.

«Eso sí, según cuentan las madones de sa llata, una cesta, si está bien hecha y se cuida bien, puede durar hasta 100 años», asegura. En un mundo más cuerdo, la durabilidad, calidad y autenticidad de los productos artesanales los harían imbatibles frente a imitaciones baratas y mal hechas. En el mundo realmente existente, iniciativas como las IGP pueden favorecer que no se pierda aquello que sabemos hacer bien y nos hace únicos desde hace siglos, a la espera de que generaciones más sabias les den a estas joyas de nuestra tradición el lugar que merecen.

El apunte
Lalo Garau

Siurells de Plata, estatuillas de Ultima Hora

Lalo Garau

Desde 1965, Ultima Hora reconoce cada año a personas o entidades que destaquen por su trayectoria en diferentes áreas como las letras, las artes, el deporte o la empresa, siempre en relación con Balears. Como imagen de los galardones, se eligió uno de los productos artesanos más icónicos y singulares de Mallorca: el siurell. Los Siurells de Plata se entregan en la gala anual de Ultima Hora, a la que asisten cada año representantes de la economía y la sociedad isleñas, además los trabajadores, colaboradores y directivos del Grup Serra.

Ahora, una vez que el Parlamento Europeo ha abierto la puerta a que productos como el siurell sean protegidos con una IGP, cobra aún más sentido si cabe la elección de este emblemático producto para dar forma a las estatuillas con las que nuestro diario premia anualmente a los personajes y entidades más destacados del año. Eso sí, al ser de plata, nuestros siurells, a pesar de ser una fiel reproducción de los auténticos de barro, difícilmente quedarían amparados por una eventual IGP Siurell de Mallorca.