Una de las joyas de esta colección privada es el Chevy Corvette, descapotable, de color rojo, de 1962, con el que Miguel disfruta de conducir. | Julián Aguirre

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De pequeño, Miguel Brotons (Palma, 1970) quería ser piloto de aviones, pero tras finalizar sus estudios y con tan solo 17 años, entró a formar parte del grupo musical KGB, que cinco meses después se disolvería y se crearía otra formación musical, El Regreso. Miguel Brotons fue durante años el batería y vocal del quinteto mallorquín que triunfó y enamoró a miles de adolescentes con la canción Atracción fatal. Es una etapa musical que se cerró años después con la disolución del grupo y en la que Brotons alternó en el mundo de la música como promotor de grupos como Hombres G, El Canto del Loco, Andy y Lucas y Los chicos del coro, entre otros, con su trabajo en el negocio familiar en el mundo del ocio y parques temáticos.

Desde los 17 años comenzó a interesarse por los coches de época, «sin ninguna intención de coleccionar. Lo que me fascinaba era sentarme al volante de uno de mis coches y sentir la historia que había en su interior», comenta Miguel Brotons, mientras observa un flamante Rolls Royce de 1934, su última adquisición. «Soy un friki de los coches clásicos y me encanta sentir lo mismo que aquella familia que debía disfrutar cuando adquiría uno de estos coches completamente nuevos en los años 20, 30 o 40».

En su nave, los vehículos brillan como nuevos y funcionan a la perfección, con muchos detalles originales.

Desde 1910 a 1940, los vehículos eran rudimentarios, mecánicamente arcaicos y muy complicados de manejar. Una de las ‘joyas’ de la colección es un Ford A de 1929, «que era del pescadero de Petra y que aún lo tengo que restaurar». Un Ford Y de 1935 le costó 2.500 euros y aunque lleva tres años restaurándolo, aún le queda bastante para terminar el trabajo. «Muchos me preguntan por el valor o lo que valen estos coches, pero repito que lo hago solamente por mi pasión, pero también porque tengo a Sebastián y Biel que son unos auténticos cracks restaurando coches y haciendo piezas únicas».
El primer coche de Brotons fue el Fiat 1500 spider, de dos plazas y descapotable. «Un pininfarina con el que hice el rally histórico de Montecarlo, en 2003. Era de mi padre y lo heredé en vida».

Auténticas joyas

De entre la veintena de vehículos que tiene, todos restaurados y en perfecto estado de funcionamiento, se encuentra un Chevrolet Styline del 52, muy popular en América; un Chevrolet master de lux de 1938 fabricado en Francia antes de la Segunda Guerra Mundial; un Ford Galaxy del 64 que llegó de la base aérea Alamo Gordo, de Nuevo México; un Ford Mustang, un Pontiac Chieftain y un Buick Special del 56, entre otras maravillas del asfalto. Una afición que comparte con su mujer, Sandra Lenis. «Ella ha sido mi mayor apoyo y con quien después de la pandemia decidimos dar salida y alquilar estos vehículos a novios que quieran celebrar su boda o hacerse la fotos con ellos. Porque lo peor que hay para estos coches es dejarlos parados. Se estropearían tanto tiempo sin utilizar».

Cada coche es una cápsula del tiempo, una añada que define y refleja lo que era la sociedad. «El Rolls Royce de 1934 tiene el techo más alto porque en esa época las señoras lucían pamelas y sombreros. En los 60 llegó el baby boom y los coches se hacían más largos y espaciosos, para llevar cuatro o cinco hijos», comenta Miguel Brotons, a quien le gusta ir a fincas y possessions, o sótanos y encontrarse con coches clásicos completamente abandonados para restaurar. «No soy de ir a mercados de ocasión buscando estas joyas. Tampoco tengo prisa o quiero sumar uno más a mi colección. Disfruto del momento y me empapo de cada historia».