Coloma lo tiene claro: la mejor forma de protestar es cerrando en temporada alta. | Click

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Hoy os mostramos algo poco habitual en la Mallorca turística, y más en el mes que nos encontramos, cuando la Isla está hasta la bandera de gente llegada por mar y por aire, desde cualquier lugar del país, además de Alemania, Inglaterra, Estados Unidos... Basta, si no, ver cómo está Palma según qué días, con las calles repletas de turistas. O cómo están las playas. O cómo están los hoteles…
Pues bien, y ahí va la noticia, que imaginamos que dará de qué hablar, o cuando menos, meditar:
‘A partir del 1 de agosto, y durante toda la primera quincena del mes, cerrado por vacaciones, porque nuestros clientes no se merecen una Mallorca masificada’.

Así, más o menos, rezará el letrero que colgará Coloma Jaume Campomar en la entrada de la Pensión Bellavista, del Port de Pollença, de la que es gerente y propietaria, a partir del próximo 1 de agosto. Y lo hará –según nos dijo– tras haber consultado largo y tendido esta decisión con la almohada.

La avaricia rompe el saco

Conocedores de lo que va a hacer, la llamamos y le preguntamos por qué va a cerrar durante dos semanas –que no es por obras, ni reformas, ni remodelación…–, y más siendo el mejor mes del año, turísticamente hablando. «Bueno… En realidad –dice– son muchos los motivos, pero en esencia, el principal es porque soy consecuente con lo que creo. A pesar de que regento una pensión, y que vengo por parte de mi familia del gremio de la hostelería, me parece que nos estamos pasando de rosca. Sí, la avaricia rompe el saco. Y lo digo porque creo que en estos años post COVID, la Isla ha rebasado ya su límite, pero, a veces, me da la sensación de que muchos empresarios no ven ese límite. Tampoco entiendo como hay gente que se jacta de tener el tercer aeropuerto con mayor número de visitantes de España… Yo amo a esta isla, soy mallorquina al cien por cien… Por eso me da mucha pena ver el maltrato al que se la está sometiendo a todos los niveles: ecológico, social, cultural, etc. Además, si me dijeras que todo ese número de visitas repercutieran de forma positiva en los residentes, pues mira… Pero es que encima, al estar todo tan masificado, todo son normas, prohibiciones, limitaciones, subidas de precios, que haya coches por todos los lados, que tengamos que pagar por todo, aguas contaminadas… Y lo digo con conocimiento de causa, porque, sin ir más lejos, tenemos un problemón en nuestra hermosa bahía de Pollença con los emisarios submarinos que nadie consigue solucionar… Eso por una parte, porque por otra, y ahora me refiero a los residentes… ¿Tenemos algún privilegio…? ¡Ben alerta…! ¡Ah, perdón! –exclama como si despertara de un sueño–. ¡Es que estamos en la Unión Europea!

«Intento ser consecuente»

Coloma se remueve en su silla, como buscando mejor acomodo. Luego continúa con su exposición, mostrándose cada vez más segura a lo largo de ella. «Para nada quiero que se me mal interprete. Estoy de acuerdo en que debemos de estar muy agradecidos al turismo, pero hay maneras y maneras. Como todo en la vida, la virtud se encuentra en el término medio, pero ahora, al menos para mí, no lo está. De ahí mi reivindicación y mis vacaciones de agosto».

Al ser preguntada si su decisión pude causar cierto impacto entre la opinión pública, o que pueda dar lugar a discrepancias, y diversidad de opiniones… Si puede ser polémica, en una palabra, contesta que «la verdad es que no lo sé… Aunque tampoco me importa demasiado. Yo solo intento ser consecuente con lo que realmente pienso. De hecho, que opine en público ha sido más por presión de mi familia y amigos, que por mí. De todos modos, estoy segura de que hay más gente que opina como yo, igual que yo, ya que hay muchas personas de aquí que empezamos a estar muy hartos. Por ello ¡es ben hora d´aturar! –nueva parada, nueva reflexión y…– A veces, como mallorquina, me empiezo a sentir como una aborigen australiana, una rara avis, o una especie en peligro de extinción… Me parece una falta de respeto, por ejemplo, que haya gente que viva en Mallorca todo el año y que no hable, ya no digo mallorquín, que estaría muy bien que al menos lo intentaran, sino ni castellano. Porque, ve tú a Londres y habla algo que no sea inglés, ¡a ver que te dicen!».

Pollença, pueblo de inmobiliarias

Llegado a este punto, y viendo que tiene muy claro los motivos por los que va a cerrar en agosto, le preguntamos qué decisiones deberían tomarse para equilibrar la balanza. «Lo primero es darse cuenta de que este crecimiento es finito, y además, cero sostenible. Por tanto, hay que saber que seguir así es pan para hoy y hambre para mañana, y más cuando al ser Mallorca una isla, es muy obvio que los recursos y el territorio son los que son. Naturalmente, sería injusto, creo yo, poner toda la presión en la clase política. Lo digo porque darle la culpa de lo que pasa solo a los políticos, que también, ya que tienen su parte de responsabilidad, sería el recurso fácil, puesto que todos –subraya la palabra todos– somos responsables de que la Isla esté como está, empezando por los propios mallorquines que nos vendemos al mejor postor. Mira, si no, mi pueblo, Pollença… De un tiempo a esta parte se ha convertido en el pueblo de las inmobiliarias. Por eso, llegados a este punto, pienso que todos deberíamos concienciarnos de una vez de lo que está pasando, pese a que haya gente muy poderosa que solo ve en el lucro el máximo objetivo, que juega, además, con el miedo del ciudadano de a pie a la precariedad económica, y que utiliza esa creencia para perpetuar una situación que, como he dicho, es insostenible. Y en cuanto a medidas… Evidentemente, no me corresponde a mi dictarlas, aunque sí puedo dar mi opinión, pero en ese sentido, y que no es otra que no eliminar, pero si limitar el número de visitantes, número de cruceros, número de vuelos, número de coches de alquiler, cerrar el aeropuerto por las noches… Y como Mallorca está ya sobreconstruida, no permitir construir ni una casa más, aunque sí reformarlas… –y abriendo un paréntesis, añade–: mi hermano siempre dice que el futuro de la Isla no son las empresas de construcción, sino las de demolición–… ¡Ah! y dar algún tipo de privilegios al residente, potenciar la cultura de esta tierra, ¡que la hay! Porque es bastante patético que mucha gente en Alemania te relacione con el balconing y la juerga de Magaluf, y no sepa ni lo que es un cocarroi. En fin… ¡Si yo tuviera una escoba..!, como dice la canción.

En cuanto al futuro de la Isla a medio plazo, dentro de 10 años, por ejemplo, Coloma lo ve también muy claro: «Si siguen las cosas como ahora, mal… Aunque también tengo la esperanza, es más, creo que las cosas también pueden ir para bien. Lo digo porque si una de las pocas cosas seguras que hay en la vida es el cambio, ¿por qué este no puede ir a mejor? Eso sí, para que ese cambio sea para bien, le queda un largo camino por recorrer, y lo recorrerá si todos nos miramos nuestro propio ombligo y llevamos una vida consciente y consecuente con lo que realmente somos y queremos.»

Coloma no expone lo que cree por crear polémica, sino para manifestar su opinión respecto al turismo poco controlado que nos llega –muchos, tras estar una semana en la Isla se marchan sin saber siquiera dónde han estado– y las consecuencias que de él pueden derivarse, algunas de ellas no muy buenas para la Isla: balconing, borracheras, peleas y violaciones en manada. Y encima pasa de las palabras a la acción, cerrando dos semanas, lo cual, económicamente, no le favorece. Pero, como por encima de todo está su forma de ver y entender el turismo adecuado para la Isla, lo manifiesta de este modo.