Xisco Figuerola y Sebastià Gamundí, en Can Picafort. | Pere Bota

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Sabemos que cualquier noticia relacionada con un tiburón levanta más polvareda que una diligencia en Wyoming. Se aprecia en las cifras que arroja la popular Shark Week (Semana del Tiburón) de Discovery Channel, el acontecimiento de televisión por cable más longevo de la historia, donde se recoge la opinión de científicos y biólogos marinos de dudosa reputación en torno a las especies de tiburón que despiertan más morbo entre el público. Una lista que suele encabezar el poderoso tiburón blanco, al que le basta asomar su aleta emergiendo del agua para infundir respeto. Divulgación, noticias y curiosidades se mezclan con impactantes imágenes en unos contenidos que elevan al púlpito de las audiencias a los conservacionistas de los océanos. Sin embargo, basta un vistazo para tomar conciencia de que el enfoque de este evento socava sus propios objetivos y credibilidad, promoviendo innecesariamente el miedo al tiburón.

Aunque la comunidad científica lleva décadas proclamando que no formamos parte de su menú, no está de más remarcar que en nuestra línea costera no nadan especies potencialmente peligrosas para el hombre. Si bien no podemos ocultar que el ‘gran blanco’ sigue los cardúmenes de atún en su ruta migratoria, que pasa por la zona de Pollença. Lo hace en aguas muy profundas y apartadas de la costa. De hecho, tan remotas que ni unos avezados pescadores como Sebastià Gamundí y Xisco Figuerola se han topado jamás con un ejemplar. Desde hace algunos días, nuestros protagonistas están de actualidad gracias a un video en el que se les ve liberando a un tiburón cañabota que habían pescado accidentalmente en el Cap de Formentor. «Hemos avistado cachalotes, mantas diablo y delfines, con los que incluso hemos nadado, pero nunca un tiburón», detalla Gamundí, quien junto al resto de la tripulación del Estopeig no salía de su asombro al toparse con el enorme escualo. «Sabíamos que era algo pesado porque la tensión que ejercía la boya era grande, pero por otra parte no había ningún tipo de movimiento, ni de lucha, así que pensamos que quizá se había enganchado en una roca. Cuando lo vimos asomar en la superficie fue impresionante».

Visiblemente impresionado, su compañero Figuerola fue quien se apuró a cortar el hilo para liberar al animal, «sabía que la cañabota es una especie inofensiva», reconoce. En el video, todo un fenómeno viral que ha dado la vuelta al mundo, se aprecia como es el propio animal quien se acerca a la embarcación, como implorando la ayuda de los pescadores. «Cuando salió a la superficie pegó dos cabezazos y luego se acercó tranquilamente como si nos pidiera ayuda», corrobora Gamundí. «Otro animal hubiera luchado para liberarse pero él facilitó las cosas. Hay medios que han dicho que tenía problemas de salud pero ya te digo que no estaba débil ni moribundo, en cuanto cortamos el hilo dio un par de coletazos y se volvió a las profundidades tan tranquilo», valora Figuerola, quien destaca «la rapidez con la que cortamos el hilo desde el momento en el que emergió a la superficie», poniendo en valor su preocupación por el bienestar del animal.

Tres metros

El video de la liberación de este escualo de tres metros ha generado una fuerte corriente de opinión, sostenida en muchos casos en «la desinformación», según Figuerola, quien tacha a los rotativos británicos The Sun y The Mirror de sensacionalistas, ya que «no aclaran que era un tiburón cañabota, que es totalmente inofensivo. De la forma que lo explican la gente puede pensar que era un tiburón blanco y yo meto la boca dentro. No nos ha gustado la forma en la que se ha tratado la noticia».

Ese amarillismo podría afectar al turismo, «la cañabota es inofensiva y además no está ni remotamente cerca de las playas. Los diarios ingleses dijeron que todo sucedió en la playa de la Colònia de Sant Pere y la verdad es que la encontramos a 15 millas de la orilla, que son 30 kilómetros distancia…», afirma Gamundí mientras se encoge de hombros. Por su parte, Figuerola lamenta que «estos medios ni siquiera se pusieron en contacto con nosotros para contrastar la información y han publicado barbaridades…». Tras conocerse la noticia, «la asociación de pesca responsable, de la cual soy socio, se puso en contacto conmigo, me hicieron algunas preguntas y me felicitaron por lo rápido que cortamos el hilo», explica Gamundí. Algo que no evitó la riada de comentarios en redes. «Duele ver que hay quien se piensa que salimos a pescar a maltratar animales, cuando para nada es así, hacemos una pesca responsable», defiende.