Cati es la primera en llegar al taller y la última que lo abandona, y a lo largo de la jornada atiende a los clientes y administra la empresa.

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'La edad es solo un número’ es la clase de cliché que puede resultar fastidioso, porque los años influyen en todo el mundo. Lo que sí es cierto es que existen muchas formas de afrontar el paso del tiempo y todas las dificultades que surgen en el camino. Y Catalina Mulet (1953, Santa Catalina, Palma) es un buen ejemplo de ello. Desde 1999, Cati está al frente de Neumáticos Son Ferriol, abierto en 1977; los roles de género ya se han superado –o en ello estamos–, pero en aquellos años una mujer al mando de un taller era una situación extraordinaria.

«De niña no tenía grandes expectativas porque en mi pueblo, Sa Cabaneta, no había muchas salidas. Siempre me gustó trabajar de cara al público, pero jamás me imaginé en un taller. Este era el negocio de mi marido, que falleció en 1999, y tuve que asumir la responsabilidad del taller. No podía trabajar en otro sitio: adoptamos a nuestros dos hijos, que estaban a mi cargo, y también cuidaba de mi madre. Mi vida dio un vuelco total. Podría haberlo cerrado, alquilado o traspasado, pero pensé en mis hijos y su futuro», explica Catalina que, con solo trece años, arrancó su vida laboral como dependienta en el Mercat de l’Olivar. Al coger el taller, Catalina lo aprendió todo desde cero. «Cuando trabajaba mi marido, yo solo iba a buscar recibos al banco y realizaba algún trabajo puntual», además de lidiar con la desconfianza que despertaba por ser mujer.

«Cuando cogí el relevo, la casa Michelin me dijo que solo me daba un año, ‘porque un ama de casa…’. No estaban seguros de que fuese capaz de vender las ruedas que tocaban, pero me dieron un margen y asimismo les pidieron al resto de talleres con los que trabajaban que no absorbiesen enseguida nuestra clientela», explica Cati, que destaca y agradece el apoyo de los vecinos de la barriada y de los trabajadores del taller. «La gente de Son Ferriol, tanto particulares como empresas, han sido muy fieles al taller y siempre me apoyaron. También me he apoyado en Guillem, que aprendió con mi marido y que trabaja con nosotros desde los 16 años. Si hay una rueda difícil, él te lo soluciona», asegura la ‘neumatiquera’.

«¡Listo, amigo! Si quieres factura, Cati te la hace», exclaman los trabajadores del taller cuando acaban un trabajo, que van desde el cambio de aceite y pastillas de freno, hasta el cambio, la reparación en caliente o la alineación de los neumáticos. Cati es la primera persona que llega al taller y la última que lo abandona. A lo largo de la jornada se dedica a la administración del negocio, «me encargo de la facturación y los pedidos, me preocupo de atender a los clientes y de que no falte nada en el almacén. Siempre hay algo que hacer», declara.

Alcanzada cierta edad y después de vivir una vida dedicada al trabajo, hay quien no piensa en otra cosa que en la jubilación. Este no es el caso de Cati, que pretende trabajar hasta que cuerpo y mente se lo permitan: «Todo el mundo me dice: No sé per què no t’has de jubilar!, pero yo me siento bien al venir a trabajar. De hecho, ahora estoy pensando en abrir otro negocio, una lavandería de autoservicio. Me gusta mantenerme activa: al final, quien se jubila se tiene que buscar una afición, no puedes estar todo el día delante de la tele. Cuando llegue la mañana en la que me cueste levantarme diré: Fins aquí hem arribat. Pero todavía tengo la capacidad de trabajar, si me jubilase ahora, sentiría que no valgo para nada; sería una sensación extraña».

De este modo, tras una vida de mucho trabajo, de valentía y emprendimiento, Catalina tiene claro qué le aconsejaría a los jóvenes que no hallan su camino: «Estoy segura de que pueden conseguir lo que se propongan, pero todo se logra a base de esfuerzo. Llevar un negocio no es fácil, necesita de muchas horas», concluye Cati, siempre al pie del cañón.