Pepe Marroig cree que ha llegado el momento de que los políticos piensen un poco más en los autónomos. | Click

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A Pepe Marroig Ferrer, que desde hace 12 años es el responsable del bar La Polka, posiblemente uno de los pocos locales que siguen en pie de la Gomila gloriosa de los años 70 y 80, queda con nosotros porque quiere contarnos algo que le está pasando, que trata de buscarle una solución, pero que, por dos veces, se ha estrellado contra una puerta que está frustrando sus intenciones.

Siete multas en una tarde-noche

Quedamos en un bar… Porque ¿qué mejor lugar para hablar con gente de bares, no?

«La Polka lleva funcionando desde hace más de cincuenta años, de los cuales doce lo está haciendo bajo mi dirección. Un bar que siempre ha trabajado muy bien, que ha sabido mantener la clientela… Basta, si no, ver la edad que tienen algunos de mis clientes… Pues bien, resulta que de un tiempo a esta parte, el Ajuntament nos obliga a cerrar a la una de la madrugada y a parar la música una hora antes. Vamos, que si no lo haces, multa que te crió. Y a mí ya me han caído bastantes… Solo en una tarde-noche me pusieron siete. Todo por carecer de un permiso, creo que se llama Permiso de actividades musicales, o algo así. Permiso que para dártelo has de poner doble puerta, insonorizar totalmente el local, cuando arriba no tenemos a nadie, delante está la avenida Joan Miró, al lado varios bares y detrás una piscina, y muchos metros de césped hasta llegar a un edificio desde donde no se escucha nuestra música…».

«Apelo a los sentimientos»

Pepe jura que está dispuesto a hacer lo que sea por legalizar su situación a fin de que pueda cerrar más tarde que ahora y poner música hasta la hora del cierre, «por eso he querido hablar con el alcalde, que conoce el bar, pues ha estado en él varias veces, y la presidenta, Francina, pero en las dos veces que lo he intentado, me he estrellado contra la puerta. Muy a pesar mío, no me han atendido. ¿Que por qué quiero hablar con ellos…? En primer lugar, para pedirles que me den un tiempo, una moratoria, para que me pueda resarcir de las pérdidas que me ha ocasionado la COVID y las multas que me han puesto, ya digo, en un día, siete. Una vez que haya cogido músculo económico, hago lo que me pidan… ¡Pero es que ahora no puedo! Por eso, apelo a sus sentimientos. Y no hablo solo por mí, sino por otros que están en mis mismas condiciones. Creo que ya es hora de que los políticos, que tienen un sueldo más que asegurado, piensen un poco en los autónomos, en los que no hemos podido superar el palo de la pandemia, ni el incremento del gasto diario a causa de la inflación que vivimos. ¡Que todos queremos trabajar y cumplir con los impuestos! Pero si nos ponen pegas en el trabajo y se incrementa el gasto, no podemos hacer frente ni a lo uno ni a lo otro… Por otra parte –apostilla–, que el Ajuntament tenga en cuenta que si la zona de Gomila y El Terreno se están recuperando es por los bares, restaurantes y hoteles que hay en ella, no por otras cosas, entre ellas, ayudas. Porque lo que es a mí, ninguna. Todo lo contrario. Y lo que me pasa a mí, le pasa a muchos».

Pues ahí queda eso. Pepe sabe que no lo tiene fácil. «Pero debo intentarlo. Repito: no es que no quiera insonorizar el local, es que ahora no me alcanza para ello. Por eso pido una moratoria… Pero lo que pasa es que me estrello contra una puerta». A Pepe le dejamos un tanto abatido, y en absoluto satisfecho por el récord de multas establecido, ¡siete en una tarde-noche! Y por supuesto, le deseamos lo mejor.     

Pinturas y esculturas

lEl próximo 1 de junio dos artistas, Carlos Penas y Miguel Monegal, que aparte son buenos amigos, presentarán sus obras bajo el mismo techo. Carlos, pinturas, y Monegal, esculturas. Sí, ambos exponen en El Cid, que como sabéis, es un local, con escenario para actuaciones, que está en la barriada del Molinar, a espaldas de la gasolinera.

No vamos a descubrir el contenido de sus obras, que en parte los conocemos, pero sí adelantaros que os va a sorprender, sobre todo una de ellas, tanto por su pintura como por sus dimensiones. Se trata… ¿Cómo os lo explicaría…? Se trata de una súper penélope –¡ojo!, nada que ver con la Penélope de la Odisea ni con alguien que se llame Penélope– de ocho metros de largo por tres de alto. Es decir, ¡24 metros cuadrados de cuadro!

Por cierto, el cartel publicitario de esta exposición está protagonizado por ambos. Por una fotografía en blanco y negro de los dos, desnudos, o semidesnudos… Desde luego, según intuimos, sin ropa de cintura hacia arriba… Una foto más propia para anunciar una velada de lucha libre o un bar gay, o... ¡Pues qué se yo! Porque es que ellos tampoco han querido dar explicaciones de por qué se han desvestido así para la foto.

3.000 euros por una tabla

Por cierto, a Penas le preguntamos por algo que nos contó un amigo en común: si es cierto que una vez le vendió a un chino, por 3.000 euros,    un cuadro sin pintar. «Te explico. Un día, yendo hacia mi estudio, veo en una obra una tabla de madera sucia, polvorienta… Entonces le pregunto a uno de los albañiles que si la iban a tirar o… ‘Si quiere, se la puede llevar –me dijo–, porque está ahí para tirarla’. Tras darle las gracias, cargué con la tabla y la llevé hasta mi estudio… Que me costó, eh,    pues era grandecita. Una vez allí, la lavé, dejé que se secara, y la preparé para pintar sobre ella. Por último, la dejé apoyada en la pared, junto a otros cuadros ya terminados… Días después, estando yo pintando, entraron en mi estudio unos chinos… Mi estudio –nos aclara– está en una planta baja, y como tengo la puerta abierta, entra gente, extranjeros en su mayoría. Por eso no me extrañó que entraran los chinos, que tras saludarme echaron un vistazo a las obras. ¿Y qué pasó? Pues que al rato, el chino que me pareció que era el que mandaba, se acercó, y con señas me indicó la tabla que había recogido en la obra y, frotando el índice con el pulgar, me dio a entender que quería saber su precio… Yo miré la tabla sin pintura, ni nada, miré al chino que me miraba sonriente, esperando la respuesta y… Tres mil, le dije. Luego le expliqué como pude, pues solo hablaba chino y yo no lo hablo, que eran tres mil euros. Al rato regresó con los tres mil euros, me los dio y se llevó la tabla sin pintar, para él una obra de arte. ¿No pagaron en ARCO por unas fregonas y un cubo 14.000 euros...? Pues al chino le gustó la tabla de madera preparada para pintar, preguntó el precio, le pareció bien, y se la llevó... Que igual le pido el doble y me lo da también, eh…».

Pues igual sí...