Maria Radoslavova y Victoria Sánchez muestran algunas vestimentas en La Filadora.

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Para Victoria Sánchez, propietaria del emblemático comercio mallorquín La Filadora, especialista en telas y uniformes, «de cara a esta Semana Santa, la confección de vestimenta para cofrades ha experimentado un repunte con relación al año anterior, cuando todavía se hacía notar el eco de la pandemia».

«En cuanto a vestas, compuestas de capirote, hábito y capa, ya hemos realizado nueve. Aparte hemos tenido algunos arreglos que han sido en número inferior al pasado año. A ello cabe añadir la confección del atuendo de los monaguillos y piezas sueltas como son las fajas o capirotes que se han extraviado o deteriorado».

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En cuanto a los trabajos realizados, Victoria destaca que    «este año hemos realizado encargos para las cofradías La Dolorosa, La Asunción, Santa Mónica, La Salud y Las Cinco Llagas. Tras la pandemia, surgieron problemas con las telas,    porque algunas fábricas cerraron y resulta muy difícil encontrar el mismo tejido y la misma tonalidad. Otro    problema es la falta de estocage, que hace que el fabricante exija un mínimo de metros, inalcanzable para lo que representa el número de cofrades de las cofradías de aquí».

En cuanto a los precios de los tejidos, Victoria señala que «han subido debido a que el coste de la materia prima, el algodón, también ha subido, al igual que los tintes, a lo que se añade la rueda del gas, electricidad etc». Respecto a los accesorios, los capirotes de rejilla regulable están a 21,90 euros; las confiteras de algodón hechas a mano, a 10,95; y los portacirios artesanos a 25,90 euros.

Las vestimentas cofrades también tienen otras fuentes de confección. Abuelas, madres o amigas que tienen buena maña cosiendo, además de las modistas, algunas de ellas, miembros de alguna cofradía. Un ejemplo de ello es María Borrego, costurera de la cofradía Jesús del Buen Perdón. «Este año he hecho cuatro vestas completas para una niña y tres de adultos, además de dos trajes para los de la banda de cornetas y tambores y siete verdugos (capirote que no lleva armazón). Lo de la confección surgió durante la pandemia, pues andaba delicada de salud y fui realizando pequeños muñequitos de los componentes para mi colección, como si fueran figuritas de Playmobil. Con anterioridad cosí para una cooperativa de ropa y me planteé hacer un curso de patronaje. Ahora me desenvuelvo muy bien haciendo los trajes de los penitentes y me siento muy satisfecha con el resultado».