Susana Ivorra, terapeuta titular de un gabinete centrado en la psicología de pareja. | Pilar Pellicer

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Un actor maduro venido a menos y una hermosa joven se cruzan en la penumbra melancólica de un bar en Tokio. Les separa un abismo generacional, les une un presente anodino. Entre ellos se va fraguando un amor, quizá imposible, quizá platónico, quizá real… lo único cierto es que las palabras que le susurra Bill Murray a Scarlett Johansson en la última escena de Lost in Traslation, mientras de fondo suena una balada distorsionada de Jesus & Mary Chain, ya forman parte de los enigmas del séptimo arte. El cine, como la literatura, nos inculcan la noción de una amor perfecto, que golpea con fuerza, como por predestinación astral. Pero ese concepto, esa idea que germina en nuestro interior, nos predispone a enamorarnos de un imposible y afecta a nuestra concepción de las relaciones.

Penas del corazón

Ah… el amor. Un impulso invisible y vital con el ímpetu de una manada de potros salvajes. El amor mueve el mundo, dicen. Ya. Pero, ¿qué hacemos con los corazones desatendidos? Para ellos se creó el 16 de febrero, Día Internacional de los Amores Imposibles.

Desde el flanco de la salud mental, este día nació con la vocación de desmitificar algunas convenciones del enamoramiento, así como para aliviar el mal de los amores soñados, de los amores mentirosos, tormentosos, rechazados, amores que despistan, amores suicidas, los que dañan, los que olvidan, de los amores que volaron y de los amores de película… en fin, de los amores imposibles. Esos que abren un cráter en nuestra vida y dejan heridas a las que acompaña, como el caparazón al caracol, una retahíla de penas. Penas hay muchas… y Susana Ivorra se especializa en las del corazón. Hablamos con la terapeuta sobre los amores imposibles.

Motivos

Sin más dilación: ¿Cuál es la base de un amor imposible? «Pueden darse por desincronización en los tiempos o por desincronización en los proyectos de vida. Son esos amores en los que te quieres muchísimo pero uno quiere tener hijos y el otro no; uno quiere vivir fuera y el otro no. Hay cosas que son negociables, pero no puedes tener medio hijo, ni medio pie aquí y medio allá», explica la titular del Centro de Psicología y Terapia de pareja, Susana Ivorra.

Pensar en un antiguo amor a quien perdimos la pista, ilusionarnos con un compañero de gimnasio felizmente casado, o con aquella persona que nunca nos dio ni la hora, a la que intuimos nuestra alma gemela es más común de lo que parece. Pero, ¿por qué nos atraen lo amores imposibles? «Porque lo tienen todo para darte la felicidad, aunque siempre hay algo que falla. Y cuanto más te empeñes en conseguir ese amor, más difícil será tener perspectiva de si es o no posible, y quedarás atrapado y frustrado». Preguntamos a la experta cuál es el perfil de una persona con facilidad para proyectar amores imposibles. «Alguien con tendencia a enamorarse, o también personas que son muy luchadoras, muy cabezotas. Que es algo muy positivo en otras facetas de la vida, pero no en el amor, que es algo que depende de la interacción con otra persona».

El cine y la literatura

¿Y qué pasa cuando el cine y la literatura hinchan las velas del amor imposible? «El cine, generalmente, inculca ideas erróneas», detalla Ivorra. Aunque matiza que también «depende de qué época sea la película, en los 80 y principios de los 90 la gran pantalla reflejaba amores mucho más realistas, esto a partir de mediados de los 90 cambió y todo se volvió más Disney… Por lo general, el cine y las novelas nos han inculcado un desarrollo del amor que no es realista». Ya sabe… el ‘y fueron felices y comieron perdices’ es –quien lo duda– una patraña de Hollywood.

Precisamente sobre series, literatura y películas tiene una interesante sección de Instagram la terapeuta (@susanaivorrapsicologa). «Se llama Dos años después, recupero a personajes de ficción y hago un ejercicio de imaginación sobre qué habría pasado dos años después, porque el cine nos enseña a enamorarnos pero no nos enseña a amar». Interesante. Siempre me pregunté qué habría sido de Francesca y Robert tras el fundido en negro, después de aquella escena que nos dejó con el corazón en un puño, en la que Meryl Streep se debate entre vivir o sobrevivir viendo la lluvia caer en el final de Los puentes de Madison. O esa escena de Lo que queda del día, en la que Miss Kenton (Emma Thompson) pretende acceder al universo hermético de James Stevens (Anthony Hop- kins) ante su rotunda y obstinada negativa. Aunque la cinta de James Ivory no es tanto una historia de amor no correspondido como la de un hombre que se priva de la felicidad y prefiere refugiarse en su soledad.

Estas situaciones, que bien podrían darse en lo que llamamos ‘vida normal’, responden al hecho de que algunas personas tienen una programación interior que las predispone a enamorarse de un imposible. «Son individuos que de alguna forma buscan relaciones emocionalmente no disponibles», zanja la terapeuta.