Doña Letizia y el Rey, conversando con la reina Sofía. | M. À. Cañellas

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Cambio de escenario para la tradicional recepción de los Reyes a los representantes de la sociedad balear y cambio también de look para la reina Letizia. Acostumbrados como nos tenía a los vestidos de cóctel en la celebración, que hasta ahora –con el paréntesis de los dos años pandémicos– se hacía en La Almudaina, en esta ocasión todo ha sido diferente. Había algo de nervios antes de la cita, porque nadie sabía muy bien cómo iba a resultar. Los medios de prensa estábamos citados en la base naval de Portopí a las siete y media. Los invitados, una hora más tarde, en el mismo lugar. Unos minibuses se encargarían de trasladarnos a todos hasta el Palacio de Marivent, que por primera vez abría sus puertas para el evento.

Calor y mosquitos

Los Reyes y doña Sofía salieron por la puerta principal de Marivent mientras los primeros invitados esperaban, preparados para el saludo. El escenario era idílico, aunque quizá no demasiado adecuado para una intensiva sesión de fotos: luz crepuscular, calor, ni una gota de brisa, el concierto de las cigarras en los pinos y un ejército de mosquitos ávidos de sangre. Aun así, en larga cola los invitados subieron la cuesta con energía para acercarse a saludar a Sus Majestades.

La primera sorpresa fue el outfit de Letizia: una fantasía de vestido de verano con aires boho chic, firmado por la ibicenca Charo Ruiz, con un alegre estampado en verde, amarillo y naranja, cuerpo de nido de abeja, manga corta caída, falda larga fluida, con un gran volante, botonadura central y detalles a contraste en bajos y cintura. Muy favorecedor, dejaba bien a la vista el intenso bronceado de la Reina y su tonificada musculatura. Completó el conjunto con unos pendientes de la diseñadora de joyas mallorquina Isabel Guarch, pertenecientes a la colección Formentor. A los pies, sus ya famosas alpargatas de cuña, esta vez en tono a juego con el fondo del vestido.

La sorpresa

La anécdota de la velada transcurrió cuando la diseñadora Charo Ruiz, invitada desplazada desde Eivissa, esperaba en la cola su turno para saludar a los Reyes y vio a lo lejos el vestido de doña Letizia, que conocía muy bien. «¿Es mi vestido?», preguntó a su acompañante. Su rostro se iluminó. No se podía creer que algo así pudiera ocurrir. Su alegría fue máxima.

La primera en comparecer fue la presidenta Francina Armengol, con un vestido blanco, muy escotado, de tirante fino y volantes, que combinó con cartera y sandalias en gris plateado. Tal vez, dada su categoría institucional, habría sido más discreto mostrar menos piel, pero para gustos están los colores. Entre las elegantes destacó, como es habitual, Carmen Planas, aunque en general las invitadas acertaron con sus elecciones, igual que los caballeros. Hubo, siempre ocurre, quienes sacaron del armario lo primero que encontraron y asistieron a un cóctel en el palacio, invitados por los Reyes, con el mismo aspecto con el que irían al mercado a comprar verduras. Pero esto es una representación de la sociedad y en nuestra sociedad mallorquina, lógicamente, hay un poc de tot.