Julio y Lise, cuatro décadas de amor en el mismo chiringuito.

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El verano en Mallorca es nido de historias. Pueden ser de todo tipo: de terror, de risa... Y de amor, muchas fruto del trasiego constante de turistas venidos de distintos rincones del globo que acaban dejando huella en la Isla o en sus habitantes. Una de estas historias –anticipamos, bonita– tiene lugar en el chiringuito Bugambilia, de la playa de Cas Català, abierto por el granaíno Julio López Sánchez el 19 de marzo de 1976, aunque la verdadera historia, la que nos interesa, comienza dos años después, en el verano de 1978, en una Mallorca liberada al fin del régimen franquista, con los éxitos de Abba sonando por la radio y los por aquel entonces modernísimos Seat 128 inundando las carreteras.

En ese estío aterrizó Lise, una joven danesa de 16 años con su familia. La simpatía española les enamoró y acabaron trabando una bonita amistad con ese joven andaluz, provisto de un prominente bigote y mucho desparpajo al mando del chiringuito. «Era un picaflor y un aventurero», rememora ella, que tampoco se quedaba corta. Julio la recuerda rebelde, en bikini, colándose en la cocina para charlar con él. Fue un verano de cuento, pero llegó septiembre. La familia de Lise volvió a Dinamarca y el concurrido chiringuito cerró hasta la temporada siguiente. Con el recuerdo de aquel verano en Mallorca, la familia danesa regresó año tras año y convirtió el Bugambilia en su base estival, a la par que se fue cociendo una fuerte amistad entre Julio y Lise, que acabaría sorprendiéndoles en 1981.

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Julio López y Lise Marcussen muestran una foto de ellos en los 70, cuando se conocieron.

«Mis padres compraron un piso cerca de Cala Major para venir en vacaciones y aproveché para venir una semana con una amiga en 1983», cuenta ella. Entre música, luces y copas, en una fiesta típica de los 80, no queda claro quién de los dos se lanzó para darse el que fue su primer beso. Ella tenía 19 años y él, 35. No solo les separaba la edad, sino los diferentes idiomas y culturas. «Mi prototipo era alto, rubio y con bigote y Julio es moreno y bajito. Al menos cumple lo del bigote», bromea Lise.

Fue un amor impredecible, pero caló hondo. De regreso al norte, en una comisaría de policía de Dinamarca, donde realizaba sus prácticas como administrativa, Lise se armó de valor para anunciar a su familia que estaba enamorada de Julio y que lo dejaba todo para empezar una nueva vida en Mallorca. A pesar del romanticismo, los inicios no fueron fáciles. Hablaban entre ellos en inglés, un idioma aprendido por ambos, por lo que todo eran extremos: o ‘I love you’ o ‘I hate you’. Pero aquel amor pudo con todo.