Entre otras muchas cosas que han recuperado Pepe y María José alejándose del alcohol han sido a sus hijos. | Click

TW
7

La otra mañana, paseando por la playa, los encontramos tumbados tomando el sol con precaución y crema antisolar de elevado nivel. Estaban felices. Porque eso, cinco años atrás, no lo hacían. No podían. Su cuerpo y su mente no estaban para playas, ya que antes de tumbarse sobre la toalla, o la hamaca, tenían muchas cosas que solucionar. O consolidar, mejor. Y es que por entonces, Pepe Vidal y María José Roca estaban en pleno primer periodo de rehabilitación. Habían dejado de beber siguiendo unas rígidas normas que les había indicado Mica Cañellas. Normas que no podían abandonar. Porque aunque ya no bebieran, sabían que la recaída sería peor, como bien sabía    María José, que había vivido ese episodio. Dejó de beber a través de un programa, pero recayó a los cinco años, volviendo al estado en que lo había dejado. Porque el alcohólico lo es de por vida. No se cura. Deja de beber, pero no deja de ser alcohólico, lo que significa que si bebe de nuevo, la bestia se le despierta. Por eso, si esa mañana los vimos felices, bajo el sol, en bañador, dándose de vez en cuando chapuzones, pues el calor obligaba a ello, es porque también estaban en estado permanente de ojo avizor. «Porque, por ejemplo –nos decía Pepe–, si ahora voy al bar de enfrente, a por un refresco, y me encuentro con un amigo que me invita a un gintónic, y lo acepto, estoy perdido. Por eso, mejor traerse el refresco de casa».

Pese a esas precauciones que tienen presentes siempre, procuran hacer vida normal. «No nos obsesionamos por ello, pero somos precavidos. Seguimos el programa sin saltarnos nada… Y así cada día, pues como caigas, vuelves a las andadas. Y lo peor es que la sociedad en que vives, no nos ayuda mucho, pues casi todo lo que se celebra, cumpleaños,    bodas, la victoria de tu equipo, etc., se hace con alcohol». Ambos se conocieron yendo a terapia con Mica. Tanto ella como él, con un extenso historial de alcohol y drogas, ella, encima, con una recaída, y él con un cáncer, producto de la mala vida que se dio, «que tengo más o menos controlado, pero que no por ello olvido que lo tengo».

Confiesan que ambos, por el alcohol y la droga, estaban dispuestos a lo que fuera, «hasta vender la Play Station que el abuelo le había regalado a mi hijo», confesó ella, «o quitar el dinero que mi hijo tenía en su hucha para comprar alcohol», lamentó él. Y es que para el alcohólico y drogadicto –y no hablemos del alcohólico que es drogadicto–, el fin siempre justifica los medios. Todo vale. «Incluso cuando llegas al punto de, por ejemplo, tomar orfidal para dormir… Te lo tomas pero notas que no te hace ningún efecto, pues vas de coca hasta las pestañas, y la coca no te deja dormir… Pero como no entiendes nada, solo que quieres dormir, pero sin dejar de tomar coca, sigues tomando orfidal y más coca. Y cuando pasa eso es que ya no tienes control. No sabes dónde estás, ni quién eres… Pero tú sigues».

IMG-hppal47429.jpg

Para ellos es una dicha poder ir a la playa, como cualquier pareja.

«El responsable eres tú»

Ambos están de acuerdo en que no es bueno que dos alcohólicos estén juntos, pues, generalmente, si cae uno cae el otro, «aunque nosotros, el estar juntos nos favorece, pues si yo veo que ella está de bajón, la ayudo a salir de él, y ella hace lo mismo conmigo. Y encima tenemos las familias a nuestro favor, lo cual es muy positivo. Además, tenemos la suerte de que nuestros hijos no son alcohólicos, cosa que no puedo decir yo respecto a mi padre, que lo era… Aunque no por ello le voy a echar la culpa a él de que yo lo sea. Como tampoco quiero echársela a que, siendo un crío, alguien abuso de mí sexualmente. Todo puede influir, pero creo que el responsable es uno».

En un momento de la conversación, que mantenemos sobre una arena cada vez más caliente,    les preguntamos qué estarían haciendo antes en un día de verano, a estas horas… «O estaríamos en Son Banya, comprando, o tirados por ahí, borrachos o pasando el mono… ¡O qué se yo!», dice Pepe. «Lo que está claro es que no estaríamos en la playa, pues por entonces vivíamos por y para la droga y el alcohol. Por eso, para nosotros, hoy estar aquí es un premio. Es algo que por entonces no imaginamos que pudiéramos hacer jamás», apunta ella.

Claves a tener en cuenta

Por todo esto, ambos animan a quienes estén en su misma situación a que den el paso… O a que cuando menos lo intenten, y si lo logran, que sigan trabajando cada día, pensado que si se equivocan, y caen, será volver al principio. Pero si uno tiene fuerza de voluntad, lo consigue. Como ellos. «¿Que si es cierto que un alcohólico ayuda a otro alcohólico? Por supuesto que lo es, ya que quien mejor conoce a un alcohólico es otro alcohólico. Pero la ayuda será más afectiva si hacen la rehabilitación a través de un programa». Resumiendo, la rehabilitación es fundamental, y mucho mejor si está programada, dice Pepe. «Y mucho mejor todavía –añade–, si uno sabe reinventarse, cambiar de amistades, practicar deporte, buscar y hacer cosas que te ilusionen, ir a la montaña, a la playa, al cine…. Todo eso, acompañado por un buen programa, te ayudará a comprender que la vida de consumo que venías haciendo te estaba matando poco a poco, a la vez que estabas haciendo sufrir a los que te quieren, como madres e hijos… Porque cuando vas colocado por estar enganchado, vives en otro mundo lo más parecido al infierno». Pepe y María José, además de agradecer el apoyo que están teniendo ahora por parte de la familia, madre, hijos, incluso la ex de él, quieren también dar las gracias a Mica Cañellas «por la gran labor que está haciendo con nosotros, y también a la psicóloga Carmen Borras».