Para que nadie lo dude, las boyas amarillas impiden que los barcos entren en la cala, permitiéndoles solo que fondeen frente a ella.

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Tras tomarnos un café con algunos dueños de bares y restaurantes de Santa Catalina, que por lo visto están que trinan por algo que nos contarán un día de estos, con Fofo Robledo, presidente de CAEB Restauració    –que ha estado en ese café–, nos desplazamos hasta la playa de la cala de Portals Vells, vecina a la de El Mago. Al llegar a ella, y a poco que echamos a andar, nos llaman la atención varias cosas. «Es para eso por lo que hemos venido aquí –nos dice Fofo, tras saludar al encargado del restaurante, ahora con menos gente en su terraza y comedor que en años atrás–. El Ajuntament de Calvià, como se sabe, pretende mejorar el modelo turístico –dice, señalando a su alrededor–.    Pero por este camino, lo que está consiguiendo es todo lo contrario. Y si no, veamos. Por una parte –señala ahora hacia la arena–, han quitado las hamacas… ¿Por qué? No sé... Pero con ello, más que ganar, se ha salido perdiendo, ¿no? Porque a mucha gente, cuando va a la playa, le gusta la hamaca. En cambio, aquí, no podrán tumbarse en ninguna. ¿Por qué no preguntarán a la gente si quieren la playa sin hamacas, antes de quitarlas, sin más…?».

Según Robledo, estas medidas perjudican al turismo y a la restauración.

Luego, Robledo, señala hacia el mar. A lo lejos observamos un grupo de embarcaciones fondeadas, entre ellas, algunos yates, y por delante de ellas, flotando, una serie de boyas unidas entre si por una cuerda, que impiden que aquellas, o sus lanchas auxiliares, puedan entrar en la playa, como hacían en años anteriores. «Eso, estéticamente, no era malo. Todo lo contrario –asegura Robledo–. Y luego, encima, sus tripulantes e invitados, en lanchas auxiliares, se acercaban a la playa, desembarcaban en ella y comían en el restaurante. O se tomaban una copa allí. O alquilaban una tumbona para tomar el sol, para, de vez en cuando, bañarse, y así cambiaban un poco el rollo-barco por el rollo-playa… Y todos contentos…. Además, ¿perjudicaba eso al modelo turístico que pretende el Ajuntament de Calvià? En todo caso, lo que pasa ahora: no hamacas, no barcas auxiliares llegando a ella con los dueños de los barcos fondeados detrás de las boyas, o para buscar la comida encargada al restaurante, etc. O ¿qué puede pasar ahora en el caso de que se tenga que evacuar a alguien de uno de esos barcos sin que la auxiliar pueda acercarse a la playa...? ¿Beneficia esta medida al susodicho modelo turístico al que se aspira, y más cuando en los puntos más turísticos del municipio siguen las borracheras, las excursiones nocturnas por diversos pubs en busca de alcohol, la prostitución, las broncas, la falta de dotaciones a las fuerzas de seguridad...? Porque de momento    lo que sí está claro es que impedir el paso de las lanchas auxiliares hasta la playa, sí perjudica a la caja del restaurante, que por ello se ha visto obligado a despedir a trabajadores».

En la cala de Portals Vells ya no hay tumbonas sobre la arena...

Y es que aquí, por lo que estamos viendo, pasa lo que en todas partes. El político, que no habla con la gente que vive de la playa, dicta sobre la playa sin tener en cuenta las consecuencias que sus decisiones pueden acarrear. Generalmente, en contra de la playa y de quiénes viven de ella, que encima pagan impuestos y cosas de esas. «Porque –insiste Robledo–, ¿son capaces los políticos de Calvià de erradicar la venta ambulante, la venta de alcohol y de otras sustancias en la playa, etc., como ha hecho, prohibiendo la entrada de embarcaciones en una playa, en las que han quitado, además, las tumbonas?».     

La placa que las hijas de Belquis han hecho llegar al GSAIB.

No la olvidarán nunca

Hace unos días os comenté que había fallecido la venezolana afincada en Palma Belquis Megalis, mujer amable y simpática, que en los últimos años de su vida precisó de los servicios del 061 –ambulancias– para acudir a sesiones de diálisis. Fue tal el cariño que surgió entre los trabajadores de dicho servicio y ella, que cuando falleció,    aquellos, a quienes ella llamaba ‘mis niños’–’mis niñas’–    le guardaron un minuto de silencio. Y es que fueron casi 12 años los que estuvieron con ella. Pues bien, sus hijas, en su nombre –porque seguro que les dijo que cuando me muera se la mandáis–, hicieron llegar a los chicos/chicas del 061 una placa de plata, en que dejó escrito: «Reconocimiento a Gestión Sanitaria y Asistencia de las Islas Baleares    (GSAIB).    A sus niñ@s de la ambulancia. «Nunca serán suficientes las palabras para demostrar el nivel de gratitud que sentimos por la atención, amor y complicidad que habéis tenido durante estos años con nuestra madre, Belquis Magalis Álvarez de Maldonado. ¡Un millón de gracias! Sus hijas».