El diestro Rafael González sufre una cornada del primero de su lote durante la corrida de la Feria de San Isidro celebrada este jueves en la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid. | Kiko Huesca

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La corrida de este viernes de la feria de San Isidro volvió a ofrecer las dos caras de la Fiesta, con la cornada grave sufrida por el madrileño Rafael González en la tarde de su alternativa y, en el extremo opuesto, la oreja que premió el "arrimón" del francés Juan Leal con un buen ejemplar de Fuente Ymbro. El percance sucedió precisamente en el toro del doctorado de diestro de Griñón, un cinqueño de Fuente Ymbro que tuvo nobleza y, sobre todo por el pitón izquierdo, mucha profundidad a lo largo de una faena que comenzó a buen nivel, mientras el animal mantuvo la inercia, pero que enseguida acabó yendo a menos. Sin sacarle el partido debido con la mano izquierda, González no aplicó a su toreo asentado un excesivo mando, lo que hizo que el animal se creciera y que, en unas amontonadas bernadinas de remate, se le acabara echando encima para meterle medio pitón en la parte superior del muslo izquierdo.

Aunque intentó mantenerse en el ruedo, e incluso llegó a entrar a matar, le falló la pierna en varias ocasiones, lo que hizo que Juan Leal, como director de lidia, se hiciera presente y le aconsejara irse a la enfermería, donde González fue operado de una herida grave de 20 centímetros de extensión. El festejo quedó así en un mano a mano entre el francés y el peruano Joaquín Galdós, que tuvieron cada uno una excelente opción de triunfo con los dos siguientes ejemplares de la divisa gaditana, como fue ya ese segundo al que Leal cortó la oreja. Sin opción a la ritual devolución de trastos de los días de alternativa, Leal abrió el trasteo ligándole una serie de derechazos con las dos rodillas clavadas en los medios de la plaza, momento en el que se pudo comprobar con claridad la buena condición del animal.

Festejo de San Isidro

Pero el torero de Arles, más que aprovechar para llevar esas buenas embestidas toreadas en el largo trayecto que apuntaban, prefierió buscar la distancia corta de una manera casi obsesiva, en un "arrimón" demasiado provocado y buscando "pelea" donde debía haber "diálogo". Metido, con mérito, entre los buidos pitones del de Fuente Ymbro, no logró, en cambio, que el toreo le fluyera ante un ejemplar que ni así mermó su nobleza hasta que, tras una estocada cobrada con un deportivo salto para salvar el astifino armamento del toro, acabó por cortar esa generosa oreja. Con los otros dos que tuvo que estoquear, Leal volvió a recurrir a la misma fórmula del efectismo en las cercanías, pero estos ya no se lo pusieron tan fácil: reservón e insulso, el cuarto llegó incluso a voltearle por su insistencia, mientras que el sexto, un basto manso a punto de cumplir los seis años, desarrolló un acusado peligro ante el que el francés no volvió nunca la cara. El otro buen toro de la corrida fue el tercero, y tal vez también el de más calidad, solo que Galdós afrontó su lidia con muy escaso compromiso, con muletazos despegados, moviendo y desplazando hacia afuera las embestidas, sin gobierno ni, por tanto, ligazón posible, desperdiciando así un éxito servido en bandeja antes de dilatarse en una labor anodinda con el quinto, sin que ni toro ni torero se entregaran.