La ‘cola del hambre’ sigue estando ahí, incluso con más gente que antes. | Click

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Que la situación económica que está atravesando el país es muy complicada, es algo que nadie duda. Todo ha subido, desde la luz y el gas, a la comida, pasando por el transporte y todo lo que es fundamental y vital para el ciudadano en general. Porque sobre la situación del que anda en los umbrales de la pobreza, ya ni les contamos. Por eso nos hemos acercado hoy a un comedor social de Palma, concretamente a Tardor, para ver hasta qué punto les afecta la crisis y cómo le hacen frente.

«Cada día es más difícil atender a una mayor demanda cuando los gastos se multiplican por dos –nos dice Toni Bauzá–. Por otra parte, casi ya no hay donaciones de alimentos. Y no las hay por dos razones, una, porque las ayudas se están desviando a los más necesitados de Ucrania, y dos, porque cada día que pasa, la clase media que nos apoyaba tiene menor poder adquisitivo». Según se comenta –le decimos– parece que la temporada turística podría ser mejor que la anterior.... «Yo lo veo poco probable, ya que la lentitud del ejecutivo gubernamental en reaccionar ante la inflación provocará que muchas personas, a pesar de tener trabajo temporal, sean pobres, o estén en riesgo de exclusión social. Tampoco vemos muy claro cómo afectarán al turismo los problemas a los que los países del resto de Europa tienen que afrontar en relación a la crisis energética y falta de recursos naturales y materias primas. O dicho de otro modo: si sus fábricas e industrias no disponen de lo necesario para la producción y su normal funcionamiento, se traducirá en cierres, reducciones de plantillas, despidos y una galopante crisis que, queramos o no, afectará al turismo».

Más crispación en la cola

En cuanto a cómo les repercute a ellos esta situación, Toni señala que «cada día que pasa se nota una mayor crispación en la cola. A veces, incluso, han llegado a agredir a algún voluntario. Y es que en ellas hay muchas personas que, tras haber sufrido mucho durante la pandemia, están muy afectados psicológicamente, y encima, viendo que no se reactiva la economía, y que la inflación se dispara, aparecen otros factores estresantes, como la guerra de Ucrania y… Pues que todo junto se convierte en cóctel, para algunos muy explosivo. Y mucho más para quienes ya estaban mal antes, como, por ejemplo, las personas que padecen fuertes adicciones, que cuando no están compensados o tratados adecuadamente, lo pasan muy mal, llegando, incluso, a la indigencia y al desquiciamiento por desesperación y, claro, acaban enfrentándose a quien trata de ayudarlos si en ese momento sufren una crisis».

Toni Bauzá, de Tardor, ve el futuro de las ‘colas del hambre’ muy complicado.

Y en cuanto a los perfiles de las personas que suelen formar la ‘cola del hambre’, Bauzá señala que son cuatro, «que además nos preocupan por su incremento. Uno lo forman las familias monoparentales en situación de exclusión social, especialmente madre sola con hijos; otro, los ancianos con pensiones mínimas muy solos y desvalidos; también los parados mayores de 45 años de larga duración, con patologías crónicas, especialmente articulares, y depresiones; y por último, los que viven en el limbo administrativo, pues no reúnen las condiciones para recibir ayudas. Suelen ser personas que tienen trabajo, pero que no les basta lo que cobran para sostener el coste de vida en nuestra comunidad. Y todo esto está ahí, lo que pasa es que nadie lo quiere afrontar, por lo que ese problema no hace más que incrementarse.

Como no nos queda muy claro por qué esas personas no reciben ayuda, le pedimos que nos lo explique: «Pues es muy simple. Las trabajadoras sociales tienen unos baremos, unos mínimos y máximos, a partir de los cuales pueden, o no, asignar una ayuda económica. Por tanto, quien no entre en esos márgenes se queda fuera. Por otra parte, debemos entender que en este grupo hay muchas personas que están trabajando, pero que se han endeudado hasta las cejas para cubrir hipotecas, gastos familiares, cuotas del coche que a lo mejor precisan para trabajar... Y es que la clase media baja a la que pertenecen está menguando».

Lo de cada día

Y en cuanto a las necesidades a cubrir en los comedores sociales, Toni también es muy claro, «al menos por lo que a nosotros respecta, me refiero a Tardor, necesitamos de todo, sea carne, pescado, hortalizas, todo tipo de productos específicos para niños, pues 285 son los que asistimos actualmente, ya que son unas 240 familias las que atendemos, o lo que es lo mismo, unas 960 personas a las que suministramos todo lo que precisan para cada día de la semana. A ello añadamos los dos llars que tenemos, con 120 personas a pensión completa, el comedor social, o sea Tardor, donde asistimos a 365 personas por día, lo que equivale a comida, cena y dos meriendas diarias, todo ello en tápers, lo cual encarece mucho el servicio. Y sumemos a todo esto el gas, la electricidad y los combustibles que, como se han encarecido tanto, siempre estamos al límite de nuestras posibilidades».

En cuanto a ayudas que reciben, Toni señala que las han recibido «gracias a la buena gestión y apoyo de Fina Santiago y Teresa Vallespir, pero son insuficientes, pues cubren solo un pequeño porcentaje de las necesidades reales que tenemos, además de que las previsiones en base a las que se otorgan siempre están desfasadas con los cambios que acontecen y se agravan en tiempo real. Por fortuna tenemos asociaciones y fundaciones, como Fundación Kalonge y Yachting Gives Back que nos apoyan, además de una legión de amigos, voluntarios y donantes (particulares, hoteles, panaderías, etc.) que nos demuestran cada día que la generosidad y bondad existen».

Sería una catástrofe

Entonces, tal y como está el panorama, ¿qué sucedería –le preguntamos– si los comedores sociales cerraran? «Pues creo que habría disturbios y pondría en peligro la paz social, cosa que no debemos permitir. ¿Cómo? Sencillamente los ciudadanos tenemos que apoyarnos unos a otros para lograr sostener la acción social solidaria». A punto de cerrar el bloc de notas y dar por finalizada la entrevista, irrumpe en el pequeño despacho del comedor social Carol Senders, cuya labor en cuanto a organización y voluntariado es más que evidente, que nos dice que «desde hace unos días, vienen a buscar comida familias traídas desde Ucrania. Vienen recomendadas por las asistentas sociales». «Y es que esta es otra –señala Toni–, creen que somos como Jesucristo, capaces de multiplicar los panes y los peces».