Foto clásica junto a un trineo tirado por renos –uno de ellos se suma a la instantánea– y un grupo de turistas, que rodean a Pedro Gost, nuestro protagonista, que posa en el centro de la imagen de rodillas. | R.D.

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Si no se ha lanzado al agujero de un lago congelado tras una intensa sesión de sauna, le queda marcar una X en el casillero de ‘las cosas que hay que hacer antes de morir’. «Va muy bien para activar la circulación de la sangre y limpiar los poros, es una sensación brutal, única y exclusiva del Ártico, solo para valientes». En fin…de los cobardes no se hizo historia. Pedro Gost nació en esta isla templada por la brisa mediterránea, pero su corazón siempre estuvo en la tundra helada. Estudió turismo y se aplicó con el sueco, le sacó partido, en el verano del ‘98 conoció a una sueca con la que hoy comparte su vida junto a dos retoños. Vive a caballo entre Suecia, Mallorca y Finlandia, donde ejerce de guía turístico en Rovaniemi, capital de Laponia y patria chica de Papá Noel. A quien, por cierto, Pedro conoce bien, pero eso mejor lo explica él.

«Trabajo para empresas locales que organizan safaris con renos o huskies que tiran de trineos, hacemos ski de fondo, contemplamos la aurora boreal y subimos en un rompehielos que se adentra un poco en el Báltico. Y, sí, también pasamos audiencia con Papá Noel». Todo forma parte de un alucinante paquete turístico con base en este oasis urbano perdido en mitad de la inhóspita nada, donde magia y naturaleza confluyen con armonía.

«Es un sitio muy cuco con casitas de madera que en estas fechas se llena de turistas. De hecho, este diciembre se ha disparado la demanda, incluso en pandemia los grupos vienen llenos», explica Pedro, que en 2005 fue cicerone del encuentro entre Ultima Hora y Papá Noel. Seguimos anclados a este remoto punto de la Laponia finlandesa, a 250 kilómetros al Norte del Círculo Polar Ártico y a 1.100 de Helsinki. Aquí, además de departir con Papá Noel y trepar colinas en la noche polar a la caza de esas increíbles luces que bailan en el cielo, podemos experimentar sensaciones más audaces. Como hacer noche en un iglú de nieve, al resguardo de una piel de reno y una temperatura ambiente de cinco grados bajo cero. Y el baño está afuera. Usted mismo… «Es una experiencia auténtica, por la mañana te despierta una lapona con un zumo de arándanos caliente, acompañado de un buen baño en un jacuzzi de madera al aire libre», interpela Pedro. Y es que en Escandinavia, el tema de las saunas es una religión alternativa. Lo rubrica nuestro interlocutor, «para mí, el día ideal consiste en dar una vuelta en moto de nieve y luego tomar una sauna». Un plan que choca con el ideal del Sur de Europa, aquí estamos hechos de otra pasta. «Cada uno tiene un ideal del paraíso, y para mí está aquí», zanja Pedro.

Permítanme que insista en el tema ‘sauna’, y es que en Finlandia se consideran espacios donde se socializa, se hacen negocios e incluso se han organizado debates políticos ¡retransmitidos por televisión! Hay quien las elige para dar a luz. Poca broma pues con la sauna en este país, cuyo cielo se inspira en la naturaleza para plasmar el más hermoso fresco. «Ver la aurora boreal es una sensación inigualable, jamás verás dos iguales». Asegura Pedro que este fenómeno es «lo más especial que puede vivir cualquier viajero o incluso residente en el norte de Escandinavia».

Aunque por aquí no somos, precisamente, conocedores de cuanto se cuece por esas latitudes, una forma sencilla de conocer Finlandia sin moverse de casa es imaginar un pino, alto, verde y fuerte. Luego multiplíquelo por un millón, agregue decenas de miles de lagos y solo así se acercará a la abrupta y salvaje belleza natural que destila este país repleto de renos, hogar de Papá Noel, y semillero de tipos duros que, como reza la historia, repelieron la invasión rusa de 1940 prácticamente a pedradas.