Tras un inicio de temporada flojo, la recolección empieza a ser buena. | Juan Carlos Vich

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La temporada ha tardado en arrancar, pero por fin los buscadores de esclatasangs ven recompensado su esfuerzo regresando a casa con una buena cesta. Baleares cuenta con cerca de 1.350 especies de setas de las que sólo unas cincuenta son comestibles. Esclata-sangs y picornells son las más preciadas y tras ellas salen en esta época del año miles de aficionados en las Islas, pero nadie debería hacerlo sin respetar las normas que garantizan futuras buenas recolecciones.

Es necesario cuidar al detalle el proceso de extracción de la seta, que los buenos buscadores obtienen sin dañar el ‘micelio', cortando el tronco por la base; desparraman las esporas y colocan el preciado tesoro en una cesta, con lo que garantizan que durante el resto de la jornada de paseo por el monte sigan esparciéndose las esporas, y al mismo tiempo se consigue una mejor conservación de las setas hasta llegar a casa. Antes de extraer el esclata-sang se cercioran de que esté en buen estado –el tallo duro permite suponer que no hay gusanos– y, si no lo está, o es demasiado ‘viejo', es mejor dejarlo intacto en su escondite bajo la mata porque lo más seguro es que no sea apetitoso para comer, pero seguirá adelante con el proceso de reproducción y aportará nuevos ejemplares que allí estarán en solo unas semanas esperando la llegada de otro avezado recolector o, lo más probable, el mismo, ya que los buscadores de esclata-sangs suelen ser muy celosos de ‘su territorio', a nadie desvelan su ubicación, y cuidan con mimo el entorno para garantizarse futuras recolecciones.

Tras un comienzo de temporada flojo, la recolección empieza a ser buena.

Los esclata-sangs encuentran bajo la mata un escondite ideal, por lo que los buscadores no sólo rastrean con especial meticulosidad el terreno bajo su tupido follaje, sino que algunos mantienen en secreto ‘sus propias matas', bajo las cuales, cada cierto tiempo, encuentran siempre una excelente cosecha.

Placer gastronómico

El esclata-sang requiere de pocos artificios para su disfrute y hay quien prefiere gozarlos tras haberlos pasado por la plancha o brasa sencillamente aderezados con sal y aceite de oliva –quizá con una picada de ajo y perejil–. Pero también acompañando una carne o pescado, o como ingrediente principal a modo de tajada en el pa amb oli.

Su llegada es también celebrada por los amantes de platos de cuchara, que agradecen el sabor que aportan al conjunto los esclata-sangs, sin olvidar el juego de textura en contraste con el resto de ingredientes en el arròs brut, arroces lechosos o en las burballes, elaboraciones que en líneas generales comparten el denominador común de la presencia de aves o conejo.

En temporada, las sopes seques se prestan a incluirlos cortados toscamente, en estupenda combinación con espinacas, acelgas y col y el condimento que aportan unos trocitos de botifarró. Como ocurre con otras clases de setas y hongos, los esclata-sangs se integran bien en guisos y platos de ‘chup-chup', ya sean de caza como de corral. Algo menos afamados, pero no menos apetitosos, los elaborados con pescado como podrían ser los salmonetes con col.