El ‘Mariette’, delante del Portixol. | Pilar Pellicer

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El velero de época Mariette quedó fondeado ayer frente al Portitxol, tras participar en varias regatas de clásicos. Construido en 1915 por Nathanael Herreshoff en su célebre astillero de Bristol (Rhode Island/EEUU) a cargo del magnate estadounidense Harold S. Vanderbilt, está considerado como una goleta de leyenda.

Sus finas formas náuticas con espigados mástiles, cubiertas e interiores en maderas nobles, evocan la época más romántica de la vela deportiva, cuando el instinto marinero y la pericia prevalecían sobre la tecnología. A lo largo de más de un siglo de historia ha pasado por sucesivos armadores, llegando a tener once nombres distintos. Hasta que su actual propietario, residente en la localidad de Antibes de la Costa Azul, decidió recuperar el original de Mariette.

Durante la II Guerra Mundial fue utilizado por el Gobierno de los Estados Unidos como guardacostas. En los años 80 se dedico al chárter en el Caribe, hasta que en la década siguiente fue objeto de sucesivas restauraciones, destinadas a devolverle el esplendor de antaño.

PORT D'ALCUDIA. VELA. GOLETA " MARIETTE OF 1915 ", GANADORA DEL TROFEO ALMIRANTE CONDE DE BARCELONA.

Desde entonces ha participado en numerosas regatas en las que ha resultado ganador, como el Trofeo Almirante Conde de Barcelona (en Palma y Alcúdia), o la Pendennis Cup de 2012.

Con 42 metros de eslora y 165 toneladas, el Mariette tiene una superficie vélica de ‘cutter’ que suma 1.033 metros cuadrados y puede alojar a ocho tripulantes y ocho invitados.

Durante el siglo XIX el nombre de Vanderbilt ya estaba estrechamente vinculado a los yates de leyenda, junto con los de Astor y Morgan. Una saga que se prolongó en el tiempo, hasta adquirir una aureola mítica en el mundo de la náutica.

Así, el ‘Mariette’, representa la culminación de toda una era dorada, que se prolongó hasta la década de los años 20 del pasado siglo. La crisis financiera de 1929 y diez años más tarde la II Guerra Mundial, puso fin a un mundo que solamente el amor a los barcos clásicos, ha permitido a sus afortunados propietarios conservar como legado patrimonial para la posteridad.