'Mars Balearicus' descubierto en Son Gall (Alaior) y expuesto en el Museu de Menorca. | Joana Gual - Consell Insular de Menorca

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Entre los aficionados a la historia y la prehistoria local son más o menos famosos; sin embargo, para el público menos acostumbrado a estas temáticas los Mars Balearicus son unos perfectos desconocidos, y eso que uno de ellos forma parte destacada de la colección del Museu de Mallorca. Es el que se desenterró de forma casual en la finca de Son Favar, en Capdepera, hace ahora ochenta años.

El de Son Favar es paradigmático pero a lo largo y ancho de Mallorca y de Menorca se han encontrado algunos más. En algunos casos los viejos del lugar recuerdan que sirvieron durante años para esclovellar ametlles, en las tierras de fora vila donde alguien los desenterró de forma accidental, sin tener la menor idea de sus connotaciones históricas y religiosas.

Todos ellos comparten algo en común. Miden unos diez centímetros (unos más, otros algo menos) y representan a un guerrero desnudo, ataviado de casco, lanza y escudo. Todos tienen estos tres elementos, aunque las lanzas a muchos se les hayan 'caído', y la mayoría repiten la misma fisonomía, con ojos almendrados y boca ligeramente abierta. Sin embargo, hoy en día, sigue la incógnita de cuál era el papel que jugaban estas figuras dentro de la cultura postalayótica, y los especialistas barajan diversas hipótesis para explicar su origen y su función en la sociedad mallorquina y menorquina de la época. De entre todas las cuestiones sobresale una: ¿por qué no se han encontrado este tipo de figuras lejos de nuestras Islas? Hoy nos aproximamos a los Mars Balearicus, representaciones prehistóricas de guerreros únicas en el mundo.

Este último punto, el hecho de no encontrar paralelos idénticos fuera de las Islas que los griegos bautizaron como Gimnesias, hace plantear a los investigadores que los Mars Balearicus fueran fabricados en el archipiélago, pero lamentablemente no hay ninguna evidencia arqueológica que respalde esta tesis.

Es más, muchos apuntan que la idea original del Mars Balearicus es etrusca, y los enemigos de los primeros romanos que acabaron por integrarse en el Imperio podrían haberla importado de aún más al este, quizás de la rica y compleja Persia, gracias a su marina o a los contactos comerciales a través de las polis griegas. Sabemos que Laran, dios etrusco de la guerra, era retratado en el arte como un hombre joven desnudo con casco y lanza. Pero Laran no tenía escudo.

Más allá de la similitud, los Mars Balearicus atesoran algunos detalles muy curiosos.

Por ejemplo, la totalidad de las piezas menorquinas han sido descubiertas fuera del contexto arqueológico habitual, y hay investigadores que creen poder asegurar que estas estatuillas surgieron a raíz de la demanda de las poblaciones talayóticas. Quizás los foners, tras ver y recorrer mundo en sus múltiples expediciones bélicas, trajeron consigo el culto a dioses ‘extranjeros’, según apuntan ciertos teóricos de la historia antigua. Sin embargo, este punto resulta algo complicado de demostrar.

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Regresamos a Son Favar para repasar las circunstancias en las que apareció el mejor ejemplo de Mars Balearicus del cual tenemos constancia a día de hoy. Entre otros objetos de bronce, hierro, cerámica, pasta vítrea, etc. se localizó a este guerrero de bronce con pedestal incluido, rodeado por otras figuras y con ceniza a sus pies. La datación más aceptada oscila entre los siglos IV-III aC.

Mars, Marte en castellano, era el nombre que se le daba al dios de la guerra en la mitología romana. Ese detalle da una pista clara sobre la interpretación que se atribuyó a este tipo de elementos patrimoniales tiempo después de su descubrimiento. Asimismo, algunos historiadores sugirieron en su día que los Marte baleáricos representaban en verdad al dios fenicio de la guerra. Sin embargo la realidad de que en las Pitiusas, el principal centro púnico de las actuales Baleares, no se haya desenterrado ni una sola figura como esta da que pensar y parece alejarnos de esta posibilidad.

No es descabellado pensar que las figuras fueran una representación de una divinidad guerrera a la que las poblaciones locales rindieran honores y tributo, bien por temerosos de su ira o bien por beneficiarse de su beneplácito en las contiendas. Sabemos que la veneración de objetos sacros está acreditada por los historiadores y antropólogos en tradiciones y culturas en todas las eras y en todas las regiones de la Tierra. Sin embargo, la limitada cantidad de fuentes historiográficas de la época en el caso de las culturas talayóticas y postalayóticas –tan solo contamos con el trabajo de los cronistas romanos, y su visión de las cosas a veces comporta un claro sesgo–, plantea una mayor dificultad, si cabe, en la misión de esclarecer qué lugar ocupaban estas representaciones en nuestra tierra hace miles de años.

¿Qué podría ser un Mars Balearicus, si no es un dios? La plasmación terrenal de ese dios, mejor dicho. Esta es la pregunta clave, el quid de la cuestión. Encontraremos una pista echando un vistazo a las culturas prehistóricas de otras islas del Mediterráneo, como por ejemplo Malta, Creta o Chipre. Territorios que quizás comparten con los primeros baleares más de lo que pensamos.

En esos lugares parece acreditado un culto al fuego y otro funerario predominantes y bien establecidos. Los toros, como los emblemáticos Bous de Costitx del santuario de Son Corró, actualmente expuestos en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, representan otro elemento recurrente en la cúspide de las cosmovisiones prehistóricas de nuestro entorno. Sin embargo, resulta complicado hallar en ellas referencias a divinidades antropomórficas. Dicho de otro modo, eso de que la fuerza creadora tuviera «nuestra imagen y semejanza» como recogen las Sagradas Escrituras hebreas y por ende cristianas se antoja exótico cuanto menos, por lo menos en el contexto concreto que hoy nos ocupa.

Repetimos: ¿Qué podría ser un Mars Balearicus, si no es un dios? Hay quien opina que las figuras constituían la mejor forma de recordar a los guerreros famosos de la comunidad, aquellos que por sus hazañas en el campo de batalla eran admirados y sus historias y 'batallitas' recordadas de forma recurrente alrededor del fuego.

De este modo los mitos vivientes cuya leyenda habría superado su muerte quedarían ‘atadosa la tribu para siempre, como se sabe que ocurre en un buen número de tradiciones animistas repartidas por todo el globo. En este caso nuestros Mars Balearicus serían una suerte de cromos de Panini, en versión prehistórica, para enseñar a los que vendrán el poder de la comunidad y la gloria del pasado.