Francisco Alomar, en uno de los salones de su casa situada en la planta baja del edificio familiar. | Pere Bota

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Francisco Alomar (Palma, 1949) está jubilado, pero no para. Acaba de terminar un libro sobre la hacienda de su familia en Puerto Rico en el siglo XIX y ahora está inmerso en otro sobre la historia del emblemático hotel Villa Río, fundado por su padre en 1953. «Al principio, mi padre, que era un visionario, alquiló un par de plantas a la familia Sureda y allí empezó con un hostal de apenas 2 ó 3 habitaciones. Me acuerdo que cuando era pequeño, nos decía a mis hermanos y a mí: ‘El turismo es un maná que nos ha caído del cielo y espero que nunca nos abandone’». Villa Río no fue un hotel de lujo como Son Vida o el Maricel, pero no por ello dejaba de atraer a una selecta clientela dada su situación y la calidad del servicio. «A mi padre le encantaban las obras y el hotel empezó a crecer hasta alcanzar las 83 habitaciones. Su mejor legado fue empeñarse en que habláramos diferentes idiomas».

En 1980, la familia Alomar dio un giro al negocio e incorporó un restaurante y piano-bar homónimos, que fueron toda una novedad en la Mallorca de esos años. «Me atrevería a decir que fue el primer restaurante con terraza de Palma y aquí venía todo el mundo, empezando por los Reyes», explica Alomar, quien se había formado en la Escuela de Hostelería de Lausanne (Suiza) y durante cinco años fue el chef del restaurante.

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Su padre, Francisco Alomar, y su madre (segunda por la derecha).

En 1982, un desgraciado incendio con dos víctimas mortales supuso también el final del hotel Villa Río. Tras la restauración del edificio, la familia decidió convertirlo en apartamentos de los que conservan la gran mayoría. «Todos los hermanos vivimos aquí pero vendimos algunos para sufragar las obras del bar y del restaurante».

Francisco Alomar abandonó los fogones, pero no el negocio de la restauración. Montó en Barcelona Pans & Company y Pasta Fina, ambas pertenecientes a la familia Carulla. Posteriormente desarrolló una importante carrera en el mercado de las áreas de servicio. Fue fichado por Autogrill, empresa de la familia Benetton, y tras ocupar los cargos de director y vicepresidente fue nombrado presidente. «Con 63 años pensé en jubilarme, pero recibí la propuesta de unos empresarios de Arabia Saudí y estuve siete años. En este tiempo, ganamos la concesión del catering del famoso AVE a La Meca. Sobre esta última época, también escribiré un libro». Alomar volvió a Mallorca hace dos años. Lo dicho. Está jubilado, pero su actividad sigue imparable.

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El edificio de Villa Río.

La historia de los Alomar en Puerto Rico

Nunca había hecho una maqueta, pero Francisco Alomar se decidió a recrear la hacienda que tuvo su familia en Puerto Rico en el siglo XIX y la luce con orgullo en el centro del salón principal de su casa. «Conseguí la documentación tras haberle traído de Suiza a mi tío ingentes cantidades de chocolate», bromea entre risas. Los papeles de América es el título de este volumen que ha escrito en colaboración con el periodista Miguel Ángel Ortega. La historia cuenta cómo en 1839 José Alomar Burgos, un marino mallorquín que comerciaba con su jabeque por el Mediterráneo, se hizo cargo de una hacienda en Puerto Rico al fallecer su suegro. El libro explica las rencillas familiares, las intrigas políticas y financieras, los conflictos generaciones y la ‘seca’, la difícil relación con los esclavos. Con rigor histórico y pulso novelesco, Alomar ha querido que este libro sea un legado para las generaciones posteriores.

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