La experta señala que esta generación, que ha denominado como «porno-nativa», comienza a consumir estos contenidos en internet a edades cada vez más tempranas.

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Reflexionar sobre cómo influye la pornografía en la sexualidad de los jóvenes y acabar con la visión estereotipada y distorsionada que les ofrece es el objetivo de una nueva guía divulgativa elaborada por la sexóloga y doctora en Género y Diversidad María Rodríguez.

«El 48 por ciento de los jóvenes validan la pornografía como una fuente de aprendizaje y para el 30 por ciento es la única fuente de información sobre sexualidad», ha advertido en una entrevista con Efe la autora de esta guía editada por el Consejo de la Juventud del Principado de Asturias y dirigida a los adolescentes, a sus familias y al profesorado.

La experta señala que esta generación, que ha denominado como «porno-nativa», comienza a consumir estos contenidos en internet a edades cada vez más tempranas -en torno a los 12 años-, por lo que desarrolla unas prácticas y preferencias sexuales que tienen que ver más con las experiencias observadas en el porno que con las vividas.

Según ha relatado, su visionado es «frecuente», aunque diferente entre chicos y chicas, dado que ellos buscan pornografía casi a diario, mientras que ellas lo hacen de manera semanal o mensual.

Entre los principales motivos para su consumo se encuentra la masturbación, la curiosidad que les suscita y la necesidad de «aprender» y «satisfacer mejor a sus parejas».

El problema radica, según la sexóloga, en que el porno normaliza prácticas de riesgo, genera estereotipos de género y relaciones de poder patriarcales y fomenta el lenguaje machista.

«Distorsiona profundamente la idea de la sexualidad. Los hombres encarnan la fuerza y ellas están para complacer y servir sus deseos», ha comentado antes de alertar también de que estos contenidos simplifican las relaciones interpersonales al omitir toda la parte emocional y afectiva y reducirlas a la genitalidad.

La sexóloga ha incidido en que otro de los problemas que se presentan en la pornografía es la idea del consentimiento, al mostrar a los protagonistas como sujetos con una absoluta disponibilidad y ser retratados como «máquinas sexuales en excitación permanente».

Además, ha llamado la atención al hecho de que cuando se muestra alguna negativa, los personajes acaban disfrutando igualmente de la actividad sexual, lo que naturaliza la insistencia «como un método para conseguir que un no acabe convirtiéndose en un sí», y por ello ha insistido en que estos contenidos son «ficción» y «no están hechos para educar».

La sexóloga ha manifestado que «los adultos pueden entender mejor que los jóvenes» la diferencia que existe entre «fantasear» con los relatos pornográficos y la puesta en marcha de prácticas sexuales que siempre tienen «límite éticos, especialmente si no se realizan solas».

Para acabar con la «pornografía como escuela» y analizarla con «mirada crítica», ha defendido el impulso de herramientas pedagógicas en favor de una educación sexual en la que las familias y los centros educativos deben jugar un «papel fundamental».

Aunque los datos de consumo de pornografía entre los jóvenes son «abrumadores», el entorno de los adolescentes piensa que no visualizan estos contenidos y no es consciente de que lo que ocurre es que no lo manifiestan.

«Se necesita un cambio de perspectiva y mucha pedagogía», ha apostillado Rodríguez.