Jessica en la cola del hambre de Tardor. | Click

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Que la cosa va a peor es algo que salta a la vista a nada que uno se acerque a una cola del hambre. Es una visión que delata la situación que estamos pasando de unos meses a esta parte.

Y lo peor, que cada día hay más gente en ella. Gente desesperada. Gente sin dinero, sin nada. Gente con hijos pequeños que no disponen de lo que vale un billete de autobús. Gente que se va a la calle sin remisión por no poder pagar el alquiler, o que se morirá de frío por no poder hacer frente al pago del recibo de la luz… Gente que hace un año vivía, puede que con estrecheces, pero sin imaginar que podían verse así, en el mayor de los desamparos en un mundo cada vez más burocratizado.

Jessica Sánchez Collado podría ser uno de los ejemplos de lo muy mal que lo está pasando mucha gente.

Sin trabajo y sin ayudas

Jessica vive en s’Arenal de Llucmajor, está casada y tiene tres hijos de corta edad (5, 4 y 2 años). Su marido y ella se han quedado sin trabajo. «Él trabajaba como jardinero y cobraba en negro, pues no había encontrado otra cosa mejor. Naturalmente, al llegar la pandemia, dejaron de llamarle para que hiciera su trabajo, quedándose sin nada, sin paro. A mi me sucedió más o menos lo mismo. Era ayudante de cocina con un contrato de cuatro horas, pero realmente trabajaba 12 o 13, porque, o lo aceptaba, o a la calle. Con el confinamiento nos fuimos todos a casa, yo con una ayuda de 250 euros al mes que me duró hasta julio, cantidad con la que nos tuvimos que apañar cinco personas, comprando comida y pagando la luz y el agua, y a partir de ahí, nada. Y como mi marido había trabajado en negro, porque no ha encontrado otro tipo de trabajo, pues cuando pides un trabajo, y te lo dan, pero sin contrato, o lo coges o lo dejas… Que generalmente lo coges, porque has de dar de comer a tu familia… Pues por no tener contrato, no ha podido acceder a ninguna ayuda, ni prestación, ni paro, por lo que no puede aportar nada. Mientras tanto, he echado currículos, he llamado a puertas… Mi marido no ha parado un solo día buscando algo… Pero como el verano ha sido un desastre, vamos, que no ha habido mucho trabajo si lo comparamos con los anteriores, no hemos encontrado nada, sea con contrato o en negro. ¡Nada! El Ayuntamiento de Llucmajor nos ha ido dando comida, poca desde luego, pero comida al fin y al cabo… Pero ya no hay. Mientras tanto –expone–, hace unos días, el trabajador social nos ha dicho que hasta que no tengamos contestación de si nos dan el ingreso mínimo vital que hemos pedido, no hay ayuda. Y en nuestra situación hay bastantes familias en s’Arenal. Para colmo –añade–, desde hace meses no puedo pagar el alquiler de la vivienda, 450 euros cada mes, lo cual ha ascendido a una deuda de más de 3.000 euros y… Pues que el casero, que ha estado aguantando bastantes meses sin cobrar, nos ha dicho que, o pagamos, o nos tendremos que ir. Porque él está pagando también las facturas del agua y de la luz, enviándonos los recibos para que los paguemos nosotros, que no podemos porque no tenemos dinero, por lo que también los tiene que pagar él. En fin… Que así estamos, muy mal. El día de Navidad cuando llegué a casa... La verdad, no sabía que mesa podía poner, pues no teníamos nada».

«¿A dónde voy...?»

En cuanto a sus tres niños, «por supuesto que a pesar de su corta edad ven cosas que les llama la atención. Ven, por ejemplo, que estamos más en casa que nunca, y aunque intentamos disimular nuestra preocupación ante ellos, procurando que nunca les falte nada, nos ven a veces llorar…. ¿Que si han tenido Reyes? Sí, a través de los Reyes del Ayuntamiento de Llucmajor, han tenido cada uno su regalito, lo cual les ha hecho muy felices… Pero veremos qué pasa cuando tengamos que dejar la casa».

Jessica, igual que otras muchas madres, se encuentra en un punto desde el que ahora mismo no sabe qué hacer, a dónde ir, o a qué puerta llamar. «Menos mal que están los comedores sociales, que si no…. Por eso, yo les pediría a los políticos, que al fin y al cabo son los que dictan las leyes y las normas a seguir, que se preocupen del pueblo. Que no miren solo por ellos, sino por los ciudadanos, sobre todo por quienes lo estamos pasando mal. Para ello, que salgan a la calle y que vean cómo están la cosas, ¡que están muy mal! ¡Que hay mucha gente que está muy mal, sin nada…! Por eso, que no se queden en sus despachos, que vengan a las colas del hambre, que hablen con nosotros… Porque me da la impresión de que viven ajenos a lo que nos pasa a muchos… Yo, si estoy aquí, es porque no tengo más remedio, y si no pago el alquiler, es porque no puedo. ¡Que más quisiera yo que vivir tranquila en una casa, con mi familia, y con un trabajo! Pero es que estamos sin un euro, con tres hijos y a punto de perder la casa. Eso me pasa a mi y les pasa a muchos… Por eso, que salgan los políticos a la calle y lo vean!». Pues es lo que hay.

Contrastes

El de Jessica es uno más entre los miles de casos que hay hoy en Mallorca. Personas –niños sobre todo– a quienes la pandemia los ha dejado en la calle, sin nada y… ¿Qué hacemos ante esta situación? Por lo pronto, nos han subido la luz, el precio del bus y el IVA de los refrescos, han cerrado durante dos semanas comercios, restaurantes, bares, gimnasios, etc., mientras que los transportes públicos siguen yendo con las ventanas cerradas, los papás acompañando a los niños a las escuelas, los sindicatos callados, la oposición sin poner las pilas a los que mandan, y los que mandan, en casa, o lejos de la realidad.