El nieto del doctor Gregorio Marañón en su casa de Mallorca.

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Álvaro Marañón, nieto del doctor Gregorio Marañón, hijo del abogado y embajador Gregorio Marañón Moyá y autor del exitoso libro La madre Maravillas, del Palacio al Convento, publicado en 2016, nos recibe en su casa familiar de Costa de los Pinos, una de las pioneras de esta elegante zona del este de Mallorca.

Estudió Derecho en la Complutense e ICADE y amplió conocimientos en el extranjero, se especializó en gestión financiera y ha dedicado la mayor parte de su fecunda carrera profesional a responsabilidades como alto ejecutivo en importantes entidades públicas y privadas, tanto españolas como extranjeras. Colaboró en la órbita de Patrimonio del Estado como director general de un banco estatal y fue secretario general de Philip Morris España. Fue director general de la editora del diario económico Cinco Días y de la revista Mercado.

Se ha mantenido vinculado a lo largo del tiempo a los patronatos y juntas directivas de instituciones culturales tan destacadas como el Colegio Libre de Eméritos, la Fundación de Amigos del Museo Reina Sofía y la Real Fundación de Toledo, en un compromiso familiar con el legado cultural de España. En 1987 fue elegido académico honoris causa de la Academia Mexicana de Derecho Internacional, una de las más antiguas y prestigiosas de Hispanoamérica.

¿Cómo llegan los Marañón a la Costa de los Pinos?

—Un grupo de amigos de Madrid, integrado por destacados personajes de aquella época, impulsó en 1960 la urbanización de la Costa de los Pinos. Entre ellos estaban el dramaturgo Joaquín Calvo-Sotelo, el director de ABC Torcuato Luca de Tena, el ministro de Asuntos Exteriores Fernando Castiella, el embajador Marqués de Santa Cruz y mi padre.

¿Qué recuerda de esa Mallorca?

—Mi padre admiraba Mallorca y desde mi más tierna infancia ya tengo recuerdos de nuestras estancias en el Hotel Formentor o en el Hotel Fénix de Palma. Recorríamos toda la Isla, no quedaba un escondite sin conocer. Le hablo de los años 50, cuando el turismo de masas aún no había irrumpido en la Isla. Mallorca era un lugar tranquilo, agreste, con un clima benigno. He tenido el privilegio de ver y vivir la evolución de Mallorca desde dentro y desde fuera. Y conocer a personajes que en aquellos años eran de origen muy humilde y que con mucha visión de futuro y mucho trabajo se han convertido en grandes empresarios del sector hotelero. Jaime Bauzá, el reconocido hotelero y empresario mallorquín, me contó que era uno de aquellos niños que yo veía detrás de las apisonadoras refrescando el asfalto con un cubo de agua para poder llevar unos duros a casa. Ese niño se convirtió luego en un gran empresario. Da gusto haber asistido a evoluciones de ese tipo.

Ser nieto del doctor Marañón y de personalidades muy destacadas de la historia de España impone, pone el listón muy alto…

—Es cierto, se recibe un legado muy importante de interés por la cultura y por los ámbitos intelectuales y eso marca mucho. Murió en mi adolescencia, fue uno de los médicos, científicos y humanistas más brillantes del siglo XX que hizo inseparables esas tres condiciones en su persona y obra. Su ideología liberal fue respetada cuando regresó a España durante el franquismo. En su cigarral toledano, donde le veíamos los fines de semana, reunió a personalidades que configuraron la historia de su tiempo y hubo momentos en su vida que le marcaron profundamente. Viajó con Alfonso XIII a las Hurdes, se opuso a la dictadura de Primo de Rivera, fue uno de los fundadores de la Agrupación al Servicio de la República, medió para que el Rey pudiera salir de España al exilio sin riesgo para su vida, se exilió en Francia para evitar su asesinato durante la Guerra Civil a manos de los anarquistas y, finalmente, pudo regresar a España en 1942. En 1987 don Juan Carlos nombró a mi padre primer marqués de Marañón con Grandeza de España en memoria de mi abuelo. En 1972 el Ayuntamiento de Palma, para honrar su memoria, impuso su nombre a una calle, hoy denominada calle de Gregorio Marañón, que representa un orgullo para nosotros. Hay nombres muy interesantes por las distintas ramas de mi familia. Da para varios libros.

Por ejemplo, la madre Maravillas de la que usted escribió un libro…

—Fue un personaje de mi familia que, desde que tuvo uso de razón, se dedicó a servir a los demás en el peligroso Madrid de la Guerra Civil. Falleció en 1974 y fue canonizada en 2003 por Juan Pablo II. Batió records en ser canonizada, y eso en El Vaticano es muy inusual. La tramitación de los procedimientos de beatificación y canonización es digno de contar en un libro de suspense. No fue una monja carmelita al uso. Lo tuvo todo para vivir entre sedas y lo dejó todo para entregarse a los demás. La conocí de cerca y me marcó mucho, tenía un carisma muy especial y una vida increíble y valiente. Resultó un placer publicar en La Esfera de los Libros este libro de recuerdos y anécdotas suyas, y una grata sorpresa el éxito que ha tenido en ventas a través de sus sucesivas ediciones.

Los títulos nobiliarios ¿para qué sirven hoy día?

—Para llevarlos con responsabilidad y orgullo en respeto a nuestros antepasados. En la familia también hemos mantenido siempre una actitud de dedicación a favor de la cultura y de la sociedad civil. Lo mismo que marca haber crecido en este lugar de la Costa de los Pinos, donde no existe el tiempo. Unamuno lo llamaba ‘mi Mar latino’. El tiempo que pasa queda aquí diluido entre el azul del cielo y el agua del ‘vinoso’ mar, como canta La Odisea. Aconsejo siempre a mis amigos y visitantes subir al mirador de es Cap des Pinar y que contemplen una de sus joyas más preciadas. Mallorca es única e incomparable.

¿Qué opina de lo ocurrido con el rey Juan Carlos?

—Comparar estos tiempos con aquellos de la Segunda República, añorada por algunos que desean volver a implantar un estado republicano, resulta absurdo. En 1930 se asistía al final de un proceso de descomposición del estado, con una monarquía debilitada e impopular por su amparo a la dictadura de Primo de Rivera. Hoy podemos presumir de un Estado ‘fuerte, eficaz, moderno e integrado en el escenario internacional’, como recientemente ha recordado con acierto el historiador Antonio López Vega. España es una de las apenas veinte democracias plenas que hay en el mundo, como ha reconocido la ONU. Este es el legado que nos ha transmitido la monarquía constitucional y parlamentaria, a cuya cabeza figuró Juan Carlos I casi 40 años. Considero que, mientras no existan evidencias firmes de cualquier presunta irregularidad tributaria o de cualquier otro orden por su parte, el reconocimiento de nuestro país hacia la fructífera labor de este monarca debería permanecer inalterable y con carácter perenne.

¿Cómo ve la situación actual de nuestro país?

—Todos los indicadores económicos, laborales y empresariales revelan que nos esperan tiempos muy duros y difíciles, principalmente a causa de la devastadora pandemia. Recordemos que la segunda ola de la ‘gripe española’ fue la de mayor impacto letal en todo el mundo, mató a más de cuarenta millones de personas. Necesitamos que nuestros políticos dejen ahora sus intereses partidistas y que trabajen de forma coordinada entre ellos en la búsqueda conjunta de soluciones positivas y beneficiosas para nuestro país. Hay que sacar a España adelante entre todos. ‘La unión hace la fuerza’ es un lema inmemorial de origen romano, cuya realidad es hoy más necesaria que nunca.