Seydou, en el centro, con otro grupo de alumnos durante una de sus clases en Biniali. | Teresa Ayuga

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Recaló en Mallorca hace 34 años y pertenece a una familia de músicos. Su padre llegó a ser presidente de la asociación que reúne a todos los ‘griot’ de África Occidental (se trata de historiadores que conocen toda la historia del continente africano a través de la tradición oral y sus instrumentos musicales). Seydou Sissokho (Senegal, 1957) descubrió la Isla gracias a un contrato de trabajo con el Real Ballet de Senegal –en el que su esposa formaba parte del elenco de bailarinas–, y luego comenzó a tocar sus instrumentos africanos en diferentes salas de fiesta de la época, como Tito’s, Son Termes, Son Amar y Es Fogueró, gracias a contratos con espectáculos Bravo, de la mano de Paco Aznar. Finalmente decidió convertir Mallorca en su hogar.

Desde el año 2000 imparte clases de ‘djembé’, tambor africano de larga tradición, un instrumento que forma parte de sus raíces. «Pertenezco a la raza ‘bambara’, la misma que creó el ‘djembé’ en los territorios que hoy ocupa Mali, en los tiempos del reino Mandinga, mucho antes de la colonización de África Occidental». Seydou destaca el hecho de que en aquel entonces «el ‘djembé’ era un medio de comunicación a través del cual se difundían de aldea a aldea los mensajes del rey mandinga y cuestiones de interés para las comunidades».

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Entre sus alumnos los hay de países como Japón, Canadá, EEUU, Argentina, Alemania, Inglaterra… y también de Mallorca. Un crisol de nacionalidades que animó a Seydou a constituir con ellos en 2009 la asociación Sikanam (‘adelante’ en wolof, la lengua de Senegal), «para trabajar en la multiculturalidad y en la integración a través del ‘djembé’», señala Seydou.

Este músico senegalés, que ha recorrido todo el mundo con el ‘djembé’, busca a través de las clases que sus alumnos no solo aprendan a tocar ese tambor africano, «sino que también entiendan la cultura africana, romper las fronteras y animarles a conocer otros modos de vida».

El leitmotiv que sirve de inspiración a ese trabajo es ‘Aprender de ti cuando creía saber más que tu’, una rotunda apuesta por la humildad a la hora de emprender cualquier tipo de aprendizaje.

Gracias al ‘djembé’, Seydou consigue también que sus alumnos se conozcan mejor a sí mismos y alimenten una relación de amistad muy especial, «incluso algunos de los que se han conocido en mis clases han acabado casándose; somos una gran familia», señala con orgullo Seydou.

No hay límite de edad para aprender a tocar el ‘djembé’. En estos veinte años Seydou ha contado con alumnos en edades comprendidas entre los 9 y los 72 años, y en todos ellos ha conseguido despertar la pasión por los ritmos y la cultura africana. «Para algunos de ellos el ‘djembé’ se ha convertido incluso en una forma de trabajo, y han formado grupos musicales o ellos mismos han empezado a impartir clases», indica Seydou.

Suria, de 40 años, hijo de padre francés y madre japonesa, empezó a estudiar ‘djembé’ hace ocho años y lo hizo junto a su progenitora, atraídos ambos por los ritmos africanos. «Lo que más me atrae de la cultura africana es su música, y por eso el ‘djembé’ se ha convertido para mi en un hobby».

Para Connie Mildnar, una canadiense de 63 años que se unió al grupo de alumnos de Seydou hace ocho años, «el ‘djembé’ me permite interiorizar en mí misma, y consigo una realización personal que me hace mucho bien, porque cuando estás tocando el ‘djembé’ solo piensas en sus ritmos, y la mente no se va a ningún otro lugar. Simplemente está allí».

Antonia Alabat (Palma, 1965) se inició en el ‘djembé’ hace tres años. «Hace muchos años asistí a una fiesta dedicada a Senegal y allí conocí a Seydou, que se encargaba de un taller dedicado al ‘djembé’. Me encantó. Mucho tiempo después decidí buscar a aquel profesor para que me enseñara esos ritmos y al final lo encontré». Para Antonia el ‘djembé’ «es un instrumento que me da vitalidad y alegría, y me gusta tocarlo acompañada por otras personas en un único pulso, el mateix batec». En ese sentido añade que «el ‘djembé’ es vital y es importante saber escuchar su ritmo para hacer hablar al ‘djembé’». Antonia tiene claro que «anímica y físicamente me refuerza, y aprender de la cultura africana, entenderla, nos ayuda a querernos mutuamente». De esta forma el ‘djembé’ se convierte en un instrumento para unir culturas, eliminar barreras entre pueblos y encontrar en el ritmo una forma de conectar con el alma.

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