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El pequeño comercio vive en una perpetua situación de dificultad desde la proliferación de grandes puntos de venta. A esta situación se le ha añadido la pandemia, pero lejos de venirse abajo, los responsables de los comercios más antiguos y con más solera de Palma se esfuerzan día a día por seguir ofreciendo sus productos a su clientela y a los turistas –pocos– que se acercan a sus locales.

Andrés López Smith, propietario de Ca’n Sion, especializada en artículos de pesca, explica: «Desde que reabrimos el 11 de mayo vimos que la gente tenía ganas de salir y practicar esta afición. Por fortuna, estamos notando poco en el negocio la pandemia, pero también existe preocupación por si alguno de los empleados o yo damos positivo».

Andrés López Smith asegura que la pandemia casi no le ha afectado.

Carolina Fuster, copropietaria de la joyería Piña Grau, dice que «la mayoría de nuestra clientela es local, pero también es importante el turista y éste ha aparecido poco. De todas formas, creo que la situación está mejor de lo esperado. Eso sí, la gente es más comedida comprando y llama la atención que pidan permiso para tocar los productos».

Carolina Fuster considera que el negocio está mejor de lo que pensaba.
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Los hermanos José y Antonio Vila y su primo José Antonio regentan Casa Vila. «Estuvimos cerrados siete semanas y cuando abrimos la respuesta de la clientela fue buena. También tenemos artículos de droguería y de pintura, pero nuestro fuerte sigue siendo la fotografía, especialmente los revelados».

Apenas dos semanas estuvo cerrado el Forn de Santo Cristo ubicado junto a la Plaça Major. «Luego abrimos para vender pan y café para llevar. En estas semanas no tenemos ni la mitad de la mitad de la mitad de clientes que otros veranos», enfatiza la encargada, Reme Pérez.

Reme Pérez, encargada del Forn del Santo Cristo junto a la Plaça Major.

La Industrial, una de las poquísimas jugueterías tradicionales que quedan en Palma, es propiedad de las hermanas Concepción y Neus Aguiló. «Cuando volvimos a abrir vinieron muchos abuelos para comprar un regalo a sus nietos a quienes no habían podido ver en mucho tiempo. También hemos notado un aumento de ventas de juegos de mesa y puzles».

Concepción Aguiló, de La Industrial, atiende a una clienta.

Para Javier Mulet, propietario de la charcutería La Pajarita –su hermano Joan es el dueño de la bombonería– «han sido meses duros, sobre todo al principio. Ahora la situación ha mejorado gracias al cliente local y de toda la vida y a algunos extranjeros residentes. De todas formas, no he apreciado que se vendan otros productos diferentes a los de antes: aquí vienen a por jamón y quesos. En otros productos, como el aceite, sí que se ha notado una bajada muy significativa».

Javier Mulet afirma que los clientes no han cambiado sus hábitos de compra.