Imagen de la sala, en funcionamiento 24 horas, donde se controla toda el agua que circula por Ciutat. Y una de las salas de tratamiento de calidad de agua. | Archivo

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Un leve giro de muñeca y el precinto de la botella cede. Luego un simple clic y quitamos el tapón. Echamos un trago y nos hidratamos. Una acción mecánica y diaria que realizamos casi sin pensar varias veces al día. Olvídense de zumos, cafés o bebidas azucaradas, lo que más necesita cualquier ser humano es beber agua. Más de un 70 por ciento de nuestro cuerpo está formado por este elemento. Echen cuentas, es vital para su correcto funcionamiento. Pero aunque los expertos recomiendan tomar entre 1,5 y 2 litros cada día, ¿sabemos qué otros componentes lleva el vaso que ingerimos habitualmente?

El agua del grifo llega a casa potabilizada y apta el consumo. Sin embargo, esto no quiere decir que llegue totalmente pura, es decir, sin ningún otro componente. Hablamos de cloro, porque para que el agua sea potable hay que someterla a un proceso de desinfección con este ingrediente; también se pueden encontrar trazas de plomo, por las tuberías viejas, metales pesados... Y no piensen que el agua mineral que compramos habitualmente en el supermercado es mucho mejor, aunque la imagen promocional que se ofrece es la de la ‘pureza’.

Según las conclusiones de un estudio realizado en 2013 por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), no hay grandes diferencias cualitativas entre ambas alternativas, a excepción de las localidades donde el agua no es de calidad. Y aquí viene la pregunta mamporrera ¿es buena el agua de Mallorca? Jaume Femenias, director de Ciclo del Agua de Emaya, lo tieLas dudas y mitos sobre la calidad del agua de grifo siguen favoreciendo el consumo de este líquido embotellado en el Archipiélago ¿Sabemos lo que bebemos? ne muy claro: «El agua es Palma es buena, de calidad y se puede beber sin problema», asegura. Entonces, ¿por qué no despega el consumo de agua corriente entre los mallorquines? Dudas sobre su calidad, un sabor fuerte, falsos mitos, campañas de promoción que no han llegado a la ciudadanía y el hábito de beber agua embotellada son las causas principales de que Baleares sea la comunidad donde más agua embotellada se consume de todo el Estado.

Derribando mitos

¿A ver si han oído estas frases alguna vez? «El agua de Palma no se puede beber». Es mentira. «Tú verás si la bebes, pero las piedras en el riñón no te las quita nadie. También es falso. Una leyenda urbana que se ha escuchado tanto, que de oírla puede parecer hasta cierta: el alemán Heinz Hankammer ideó la hoy famosa jarra filtrante Brita después de unas vacaciones en la Isla e intentar hacerse un té con agua de grifo. Ni está demostrada, ni tiene por qué ser cierta. Vamos para bingo. Última frase: «Ni se te ocurra beber, su sabor es repugnante». Hace años podría ser cierto, pero en la actualidad es una verdad a medias. «Se ha invertido mucho dinero en los últimos años para mejorar las infraestructuras hídricas y los procedimientos de tratamiento para ofrecer un agua de calidad notable», lamenta Jaume Femenías, al tiempo que recuerda que en su despacho todavía guarda un tríptico que data de 1992, y que se repartió en hogares palmesanos hasta mediados de la década, asegurando que el agua corriente se podía beber. Así de extendidos estaban los rumores sobre la calidad del agua de la ciudad. «Aún hoy –asegura el responsable de Emaya –, te puedes encontrar a gente mayor cargando garrafas en algunas fuentes de Palma. A ver cómo les explicas que es el mismo líquido que sale de sus grifos en casa. Ni mejor ni peor».

Fuentes naturales. Imagen del agua que llega a la planta de Emaya, procedente de la Font d’en Baster, Font de Mestre Pere y Font de la Vila

El agua que circula por Ciutat realiza un largo recorrido antes de llegar a muestras casas y, además, viene de diferentes puntos. Por un lado, tenemos las tres fuentes emblemáticas –d’en Baster, del Mestre Pere y de la Vila –; de los embalses del Gorg Blau y Cúber; de los pozos de la zona norte como Estremera; los acuíferos, así como el agua desalada comprada al Govern cuando hace falta. Toda esta masa líquida es tratada primero por Emaya utilizando el menor cloro posible, gracias a una mayor supervisión, mejorando la calidad de la mezcla y reduciendo en la medida de lo posible la cantidad de residuos secos hasta lograr una mineralización calificada como débil, es decir, como la de cualquier agua embotellada. «Ahora luchamos contra el sabor. Pero el agua de Mallorca viene de la tierra calcárea. Es dura. Eso no se puede cambiar. Pero reto a cualquier persona a beber un vaso de agua embotellada en la Isla y otro de grifo. Si deja este último vaso un rato sobre la mesa no notará ninguna diferencia. Se lo aseguro», concluye el responsable del Ciclo del Agua.

Acuíferos en números rojos

Fuera de Palma, la situación tampoco es positiva. Hay miedo a la escasez de agua y pánico de muchos políticos a subir el coste del agua a sus vecinos y perder votos. La dirección general de Recursos Hídricos, dependiente de la Conselleria de Medi Ambient, lleva años concienciando a consells y consistorios de la necesidad de que utilicen agua desalada para favorecer la regeneración de sus acuíferos, que buena falta les hace. Los números que maneja Joana Garau, directora general de este campo, arrojan un panorama preocupante: el 47 % de las masas analizadas se encuentran en mal estado, afectadas por la salinización causada por la sobreexplotación, o por la contaminación por nitratos. ¿Qué se puede hacer? Seguir trabajando para que Mallorca no se termine convirtiendo en una isla sedienta.