Toni MIró, en las dependencias del albergue que ha construído.

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Antoni Miró es de Manacor. Es fraile dominico, de la Orden de Predicadores. Fue, provisionalmente, destinado a Paraguay, a la localidad de San Roque González de Santa Cruz y, 22 años después, sigue ahí. Hace unos días nos pusimos en contacto con él. Queríamos saber cómo estaba y de qué modo había hecho frente a la pandemia. Su respuesta no se hizo esperar.

«Es un pueblo sencillo, de gente sencilla, que vivió con cierta normalidad toda la historia de la COVID-19. Sí, digo historia porque todo parecía lejano y extraño, ya que Paraguay no ha tenido mucha incidencia en los contagios y, lo que es San Roque, ni soñaba tener ninguno. La ventaja es que, a pesar de lo alejado de todo lo que acontecía, un grupo de gente, entre los que me encuentro, convocados por el intendente del pueblo, formamos el Comité de Emergencia Distrital y empezamos a pensar qué hacer si llegaba el virus por aquí.

Alimentos

Preparamos la distribución de alimentos –que ya hacían falta por la cuarentena–, la parroquia cedió sus instalaciones, construimos un albergue –entre otros, con la ayuda del Departamento de Misiones del Obispado de Mallorca– y el doctor empezó a buscar y comprar las vestimentas antivirales para trabajar… Todo bien y sin grandes problemas. A no ser por a falta de plata, razón por la cual lo que nos llegó de la diócesis fue lluvia de mayo.

Estamos ya en el mes de mayo y todo iba bien. Pero, casi al final, nos sorprende la espantosa noticia de que un militar salió de su lugar de residencia –Ciudad del Este (una población a 350 kilómetros de la nuestra)– y vino a San Roque, contaminando todos los lugares donde estuvo, pues ¡portaba el virus!, por lo cual, de un momento para otro nos convertimos en el foco de infección del Departamento de Paguarí, el nuestro. ¿Que qué pasó…? Pues que las autoridades nos han vuelto a la fase cero, cuando el resto del país pasa a la fase tres. Por ello, no se pueden imaginar el miedo, los nervios y la situación de descontrol en la que ha entrado el pueblo. Y lo peor es que esa tensión ha derivado en peleas, luchas políticas y politiqueros que utilizan la situación para sacar rédito… Yo, desde los lugares que me toca, la parroquia, la radio comunitaria…, desde el mismo comité, intento apaciguar las cosas y buscar la unidad. Pero es difícil encontrar unidad donde los intereses personales prevalecen sobre bien comunitario. Por otra parte, tengo la mala suerte –o no– de encontrarme siempre en medio de los líos, lo cual es lógico, pues quien trabaja por el bien común aquí, siempre sale escaldado».

Conocer a la gente

Gracias al tiempo que llevo acá, conozco a la gente y sé de estas reacciones –que no son exclusivas del momento en que vivimos–; sobre todo, porque siempre ha sido un pueblo sometido y es difícil salir de esta situación que impregna la convivencia. Por eso, para trabajar aquí, y creo que en todos lados, hace falta amar profundamente a la gente de este lugar, aunque se busquen caminos diferentes.

He conocido varias ONG que han venido a trabajar aquí. Pero se han marchado con el rabo entre las patas. Eso no quiere decir que no haya nada que hacer –aunque a veces lo pienso–. Quiero decir que se han de tener muy claras las motivaciones y la finalidad de la presencia en lugares que han estado tan abandonados en manos de gente sin escrúpulos (del partido dominante), que ha dado lugar a tanta pobreza y tanta ignorancia que, juntas, es igual a dolor».

Expectativa

Ahora, estamos a la expectativa: tenemos 11 personas en el albergue, más de 90 familias en cuarentena, más de 150 familias a las que se les reparte alimentación semanalmente (he de repetir que el aporte de Mallorca Misionera ha sido y está siendo esencial) y un mañana incierto porque parece que va a ir a más.

No quiero terminar negativamente: hay muchos voluntarios (entre ellos, los agentes de pastoral) que, sin miedo alguno, ayudan a todos y distribuyen la alimentación; los grupos juveniles que se encargan del ropero parroquial y de la preparación de los locales que se utilizan, los bomberos voluntarios, los voluntarios de otros lugares pero, sobre todo, del doctor y de los enfermeros y enfermeras que hacen una labor encomiable y poco valorada».