El diseñador Miquel Adrover posa junto a la antigua tinaja de 800 kilos, de la cual brotan ramas secas. | Amparo Garrido

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En 1986, y con la ayuda de su abuelo, Miquel Adrover adquirió un local con un sótano en sa Llotja. Veinte años más tarde, a su regreso de Estados Unidos, donde triunfó como diseñador, abrió el bar Distrito, reconvertido posteriormente en Es Jaç Cocktail. «Jaç es la marca que dejan los animales cuando se levantan tras haber estado tumbados», explica el diseñador.

Ahora, Adrover ha decidido poner en alquiler este local, que en sus inicios y en la última época se llamó Distrito. El local está en alquiler, gestionado por Catalán Servicios Inmobiliarios. Antes de que lo adquiriera, el local había sido un prostíbulo, negocio que no desentonaba nada en esta degradada zona de Palma de la década de los 80 del pasado siglo.

La web Inshop.es se hacía eco en 2012 de la publicación en el suplemento de moda de El País de un reportaje sobre este icónico local, cuya decoración podría situarse entre un minimalismo entre rural y étnico, dos conceptos presentes siempre en los diseños de Adrover. Se nota que el bar lleva la firma del diseñador. Y no sólo a nivel estético. El propio concepto del local parte de las premisas de Adrover. Por ejemplo, las maderas son recicladas y la cerámica de la que está hecha la barra es artesanal. «La cerámica era de Ca’n Benito y la madera tratada también de Campos», rememora Adrover, Premio Nacional de Diseño de Moda en 2018.

El artista, natural de Calonge, donde vive en la actualidad, también es autor de las sillas, mesas y candelabros. Estos últimos se diseñaron como ceniceros, pero con la nueva legislación antitabaco se les dio un nuevo uso. El elemento que más destaca en el espacio es una antigua tinaja para el aceite de 800 kilos de la que crecen ramas secas –que parecen raíces–, las mismas que surgen de las cúpulas de los baños, inspirados en los palomares egipcios.

El interior del local es austero pero efectivo: paredes blancas, puertas de madera, techo con vigas de madera blanca, barra de piezas de cerámica, etcétera. Los muebles no son demasiados: sólo los que se necesitan. Tampoco caben muchos más. La paleta cromática se limita al blanco y las diversas tonalidades de la madera y el barro. La puerta de acceso es la única abertura del local, así que el televisor hace de ventana. A través de la pantalla, los clientes han visto documentales, arte, desfiles… Un bar a la moda sin estar de moda.