Richard Mille, en el exterior del hotel Illa d’Or, del Port de Pollença. | M. À. Cañellas

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Richard Mille (Draguignan, Francia, 1951) creó en 2001 su empresa homónima de relojes de lujo elevada a la máxima expresión en cuanto a ligereza, pero a la vez fortaleza de sus productos. El pasado sábado fue uno de los invitados de más renombre a la boda de Maria Francisca Perelló y Rafael Nadal, con el que colabora desde 2010. Ayer, poco antes de regresar a París, conversó con este periódico en el hotel Illa d’Or, del Port de Pollença.

¿Qué le pareció la boda?
— Muy bien, se vivió una atmósfera muy familiar, como siempre, y el entorno era sencillamente maravilloso, espectacular.

¿Cómo comenzó su relación con Nadal?
— Veía jugar a Rafael Nadal y me encantaba su espectacularidad. Los primeros contactos comenzaron en 2008 y no fueron fáciles porque él, que es tan meticuloso, no veía posible jugar con un reloj.

¿Fue como un reto?
— Exactamente, eso es. Para mí fue una obligación el conseguir que lograra aceptar jugar con el reloj.

¿Fue difícil el camino?
— Bastante. Rafael comenzó a entrenar con uno de mis relojes en julio de 2009 con la idea de que compitiera con él en el Roland Garros de 2010. Hubo múltiples problemas. Al principio le producía rozaduras e incluso heridas con sangre cuando ejecutaba un golpe de revés, y no fueron pocas las ocasiones en las que saltaban las piezas, cristal incluido. Se hicieron multitud de pruebas hasta lograr un reloj tan ligero como resistente. Lo que nos permitió todas estas dificultades fue avanzar en el proyecto. Cuando creé la marca en 2001, todo el mundo decía que era imposible jugar a golf o a tenis con un reloj, pero yo quise demostrar lo contrario. Y Rafa era el deportista perfecto.

¿Se marcó algún peso máximo?
— Sí, hablé con los diseñadores e ingenieros de la empresa y les dije que había que conseguir un reloj de 20 gramos como máximo. El último modelo para Nadal, fabricado hace dos años, pesa apenas 18 gramos, que es más o menos el peso de una carta postal y soporta una fuerza de 13.000 G.

¿Hasta qué punto se ha acostumbrado Nadal a su reloj?
— Hasta considerarlo una segunda piel.

¿Lo lució en la boda?
— Sí, claro.

¿Y Maria Francisca?
— Creo que no [Richard Mille mira a su mujer, presente en la entrevista, y ella dice que no, que no llevaba nada en las muñecas].

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Ya son casi diez años de relación.
— Sí, ha traspasado ampliamente el ámbito como cliente y es un trato mucho más personal, de complicidad.

A Nadal le han robado en dos ocasiones sus relojes.
— En Canadá y en París. La segunda, durante Roland Garros, fue más complicada porque el autor fue un camarero del hotel donde se aloja Rafa. Fue bastante desagradable porque él tiene mucha confianza en el personal de ese establecimiento. El ladrón resultó ser un camarero gran aficionado a los relojes y le pudo la tentación.

Incluso se rumoreó que todo fue una campaña de publicidad organizada por usted.
— Sí, yo también lo oí, pero le aseguro que no tuve nada que ver. De hecho, el ladrón pasó un tiempo en prisión. De todas formas, es cierto que se puede decir que fue un golpe de suerte porque la marca llegó a ser más conocida aún.

Su padre y Rafael se preocuparon mucho por los robos.
— Sí, porque son personas que aprecian y valoran las cosas y son muy respetuosas y me consta que Rafael cuida mucho su reloj. Yo les dije que no se preocuparan, que sólo era un objeto.

Los relojes que luce Nadal cuestan varios cientos de miles de euros y alguno de sus modelos supera el millón. ¿No le parece inmoral gastarse tanto dinero en un reloj?
— Entiendo que haya gente que le piense así, pero yo siempre digo que si hubiera querido hacer negocio hubiera fabricado mis relojes en China y no en Francia o Suiza con personal supercualificado y especializado donde cada pieza, por mínima que sea, puede que tenga hasta diez versiones antes de encontrar la definitiva. Todo ello tiene un coste porque mis empleados son unos verdaderos artistas que realizan cada reloj de una forma totalmente manual, como se hacía antiguamente, pero aplicando los materiales y las investigaciones más novedosas. El desarrollo de un modelo puede llevar hasta siete años de trabajo.

Nadal ha tenido bastantes lesiones. ¿Cómo ha afectado esos parones a su relación profesional?
— De ninguna manera. Las lesiones son parte de la vida de un deportista y Rafa lo entiende muy bien, aunque se haya pasado varios meses sin jugar.

Usted es francés. Un jugador de su país no gana Roland Garros desde que lo hizo Yannick Noah en 1983. ¿Preferiría que un lograra el título un francés en vez de Nadal?
— No. Rafa Nadal es mi familia.

Leí en una entrevista que no le importaría vivir en Jaén. ¿Por qué?
— Dije Jaén, pero lo cierto es que podría haber dicho otros muchos lugares de España.

¿Y Mallorca?
— He estado en tres o cuatro ocasiones porque mi contacto con Rafael y su entorno es por todo el mundo. En este viaje he descubierto algunos lugares preciosos y preservados de la construcción, algo muy difícil de ver en la costa del sur de España.

Una curiosidad. ¿Se fija mucho en el reloj que lleva una persona?
— No, no le doy la más mínima importancia y no creo que defina a una persona. Tengo grandes amigos que llevan relojes digitales. Eso sí, lo que le aseguro es que a todos mis clientes les une la pasión en su trabajo.

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