Un momento del último homenaje al juez Berga, cuyo ataúd portaba varias flores y velas. | Jaume Morey

TW
0

Este lunes se puso punto y final a las fiestas de Canamunt y Canavall, y se hizo recreando el entierro del juez Jaime Joan de Berga, el hombre que intentó llevar la paz a ambos barrios de Palma en épocas turbulentas de la Mallorca del siglo XVI, como se escenificó el pasado domingo en el Parc de la Mar, con la batalla de agua que se desató entre canamunteses y canavalleses, muy a pesar de sus intentos por evitarla.

El juez, por un serie de acontecimientos que sucedieron posteriormente, de regreso a su casa, sita en Sant Pere Nolasc, fue asesinado por unos encapuchados –dicen que el motivo fue por haber dictado una sentencia en contra de un miembro Canamunt–, y este lunes se recreó el entierro en el mismo sitio donde le mataron. Por eso, a las 19.30 horas, vestidos de negro, se reunieron en la Plaça Santa Eulària, y a pie fueron hasta la calle Sant Pere Nolasc al son de las notas de un violín y una flauta, llevando con ellos un retrato del juez al son de la música de El Padrino y el Amigo Félix, de Enrique y Ana. Abriendo el cortejo iban Na Bet y sa mare, de la familia de los Anglada. Según la historia, Na Bet Anglada había sido novia de Nicolau Rossinyol.

Los Anglada y Rossinyol fueron dos familias palmesanas enfrentadas entre sí porque ambas querían tener el poder del Ajuntament, enfrentamiento que se recrudeció tras la ruptura del compromiso matrimonial de los jóvenes y al que Nicolau añadió más fuego al insultar a la familia de ella. Fue tan encarnizada la confrontación entre ambos bandos, que se dijo que aquí n’hi ha per na Bet I sa mare; es decir, que aquí hay palos hasta para la novia y su madre.

Los allí reunidos brindaron con chupitos de Jägermeister y dieron las gracias a los que habían participado, felicitándose por el éxito que había tenido la fiesta y deseando verse el año que viene.