La alta sacerdotisa balinesa Ida Resi Alit, en Valldemossa. | Pilar Pellicer

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Ida Resi Alit (Bangli, Bali, Indonesia, 1983), alta sacerdotisa balinesa, se encuentra en Mallorca hasta el 22 de julio para transmitir su mensaje de paz y amor y realizar algunas ceremonias siguiendo el rito tradicional balinés.

Procedente de una humilde familia, Ida soñaba con estudiar en la universidad e independizarse, pero la muerte de su padre a los 13 años le impidió hacer realidad estos sueños. Sin embargo, el fallecimiento de su progenitor estuvo relacionada con un episodio, ocurrido siete años después, que le cambió la vida.

¿Qué pasó ese día?
—Tenía 19 años y había comenzado a meditar con mi tío abuelo. Alguna vez me había sucedido que, mientras hacía en el templo los mantras y los mudras, había entrado tanta energía en mi cuerpo que acababa desmayada. Pero en esa ocasión fue diferente, porque me sacaron del templo, y me llevaron a un lugar para reanimarme, pero no di señales de vida durante varias horas. Parecía que no respiraba y mi cuerpo se iba enfriando. Con mi padre pasó algo parecido, le llevaron al mismo lugar que a mí, pero él sí estaba muerto y cuando le quitaron las ropas para lavarle salió de su interior una luz azul muy fuerte. La diferencia conmigo fue que yo volví a abrir los ojos y lo que vi fue una luz blanca muy luminosa encima de mí.

Y no sólo eso sino que ‘volvió’ a este mundo con conocimientos superiores a los que tenía hasta entonces.
—Sí. En las dos siguientes semanas me encontraba muy débil. Cada vez que pedía algo de comer o beber era doble ración porque era como si tuviera dos cuerpos dentro de mí. A la vez, decía que había que celebrar una ceremonia y usaba unas palabras en sánscrito de todo lo que necesitaba para oficiarla. Lo hacía con unas palabras que no sabía ni que existían. Alguien de mi familia lo apuntó y fue a un miembro del grupo religioso de la zona diciendo que yo estaba hablando en un lenguaje que muy pocos conocían. Era sorprendente que supiera cómo se debía hacer la ceremonia sin tener conocimientos antes de ello. En Bali se dice que hay gente que busca la espiritualidad y otra donde es la espiritualidad la que busca a la persona. Ése fue mi caso.

Y se convirtió en alta sacerdotisa, algo casi imposible para una persona de su posición.
—Para ser alta sacerdotisa debes realizar una ceremonia en la que hace falta mucho dinero y mi familia era pobre. Además, son los hombres de familias nobles o ricas quienes aspiran a ello y las mujeres son altas sacerdotisas si el marido fallece.

¿Y qué ocurrió?
—Al ver los ‘poderes’ que tenía, los miembros de mi congregación hinduista decidieron convertirme en ‘alta sacerdotisa’, pero con la prohibición de tener relaciones íntimas, casarme ni tener hijos.

¿Y aceptó?
—Tuve un mes de dudas, pero luego sí estuve de acuerdo. De todas formas, esta decisión no está en el libro de nuestras reglas y pasado un tiempo decidí romper estar reglas. Ahora tengo marido, que es de Estados Unidos, una hija de 18 meses y vivo entre Bali, Colorado y California.

¿Por qué tuvo la necesidad de expandir su experiencia por el mundo?
—Quería dar un mensaje de paz e inspirar a las mujeres del mundo. Es el momento de que las mujeres se alcen y recuperen su lugar. Las mujeres debe ser valientes y no se tienen que quedar esperando. La energía femenina debe estar al mismo nivel que la masculina; tampoco busco que esté por encima. Debe haber una armonía. Prefiero hablar de energía masculina y femenina, y cada persona tiene ambas, que de hombres y mujeres.

¿Hay diferencias entre sus seguidores en Bali y los europeos o norteamericanos?
—En Bali se realizan ofrendas, la gente va al templo y rezan, pero eso no significa que sean espirituales. La espiritualidad se ha perdido y quiero recuperarla. En Bali hay conciencia de comunidad y esto es muy bueno, pero se desconoce cómo funciona el mundo. En Europa o Estados Unidos se ha perdido este sentimiento de comunidad, pero se tiene un conocimiento global de la situación en el mundo.

¿Es optimista respecto hacia dónde va el mundo?
—No lo sé. Habría que concienciar a los gobernantes de que fueran conscientes de que sus decisiones de hoy tendrán consecuencias el día de mañana.