Muchos locales se sumaron a la 'llonguetada' popular con motivo de las fiestas patronales de Sant Sebastià. | Julián Aguirre

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Música, muchas cervezas, menos vino, amigos, familia y llonguets, muchos llonguets. Estos fueron los ingredientes para disfrutar de la Llonguetada Popular que ofrecieron una veintena de locales repartidos por toda Palma, muchos de ellos en el centro o en los barrios circundantes, pero incluso los hubo en otras barriadas como Secar del a Real o el Rafal.

Es imposible decir la cantidad de llonguets que se consumieron, pero en total fueron varios miles. En los diferentes bares se encontraron bocadillos de lo más variados. Eso sí, pocos de jamón y queso y muchos más ‘modernos’ como los de caballa con trampó, chorizo criollo y hasta de donut de pollo (rebozado y con un agujero en medio), todos estos del bar España, que se nutrió de género del Forn de Can Elies y esperaban vender unos 1.400 llonguets. Este fue uno de los lugares con más animación.

De hecho, hubo momentos en los que los clientes debieron esperar más de 15 minutos a ser atendidos por la cola formada. El grupo Elliot hizo más amena la espera con sus composiciones propias de pop-rock en catalán.

Más tranquilo era el ambiente en el centro comercial Els Geranis, donde prepararon llonguets de carnes como cabeza de lomo con salsa alioli y mostaza. Con este acto, muchos comenzaban el fin de semana más festivo de la ciudad, pero hubo otros, no pocos, para los que la Llonguetada supuso un parón en la juerga comenzada ya con la comida. Por fortuna, la lluvia no hizo acto de presencia, aunque la temperatura fue baja, unos 7 grados, y la humedad cercana al 100 por 100, lo que acrecentó la sensación de frío.

De hecho, muchos optaron por refugiarse en el interior del local. El mayor era el Moltabarra, que registraba un lleno total a pesar de su gran tamaño. Allí se vio una de las más extrañas combinaciones: el llonguet de calamares, que fusionó dos de los aspectos más típicos de las cocinas mallorquina y madrileña.

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Los precios de los bocadillos fueron variados: desde los 2,20 que costaba el de tortilla del Piccolo Café a los 4 euros de Els Geranis, aunque también es verdad que variaba bastante el tamaño del panecillo entre unos locales y otros.

Para intentar captar más clientes, los locales ofrecieron ‘combos’ con bebida por un precio de 5 euros e incluso algunos sumaron a su oferta el participar en una rifa, como en el caso de Trabucats, en la Plaça de la Mercè, aunque en este caso el precio subía a los 6 euros.

Sobre todo se vio gente joven y de mediana edad, tanto familias como grupos de amigos y alguna familia.

Un grupo de amigos, con el bocadillo y cerveza en mano, reconocía que este viernes era la única ocasión en al que comían este panecillo en todo el año, mientras otro joven aseguró que no perdonaba su llonguet cada mañana si su trabajo le posibilitaba salir a almorzar. Es difícil saber si hubo más gente en la edición de este año que en las anteriores, aunque lo cierto fue que se vieron muchos menos pañuelos amarillos que en ediciones anteriores.

Lo importante es que la gente disfrutó y los bares hicieron buenas cajas. Sólo sería de desear que la temperatura fuera algo más alta y la humedad menor, pero eso es imprevisible.