Francesc Vallcaneras, este viernes, en la biblioteca de su casa de es Pont d’Inca. | Pilar Pellicer

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Francesc ‘Xisco’ Vallcaneras (Palma, 1954) es uno de los mayores expertos en folklore mallorquín. Ya jubilado, fue miembro del Consell Assesor de Cultura Popular i Tradicional tanto del Govern como del Consell de Mallorca y profesor agregado en el Conservatorio Superior de Teoría Histórica de la Danza Popular en Balears. Ha publicado un gran número de trabajos sobre estos asuntos, de los que sigue siendo hoy un entusiasta.

Las fiestas de Sant Sebastià son muy nuevas, ¿no?
—Sant Sebastià es patrón de Palma desde 1642 porque, según cuenta la tradición, gracias a su reliquia se salvó la población de la peste de esa época. Durante muchos años no hubo ningún tipo de celebración en su honor salvo una misa, que aún se sigue oficiando.

¿Por qué?
—Porque Palma, al ser la mayor ciudad de Mallorca desde siempre, veía diluidos sus acontecimientos populares. Lo que sí se celebraban eran las fiestas gremiales: zapateros, herreros, carpinteros... Hay que recordar que la Iglesia marcaba el calendario laboral, festivo y de vida. Por eso las fiestas tienen un carácter religioso. Son fiestas patronales.

¿Cuándo se produjo el cambio?
—Durante los siglos XVIII y XIX tampoco hubo grandes novedades salvo la adquisición en 1789 por parte del Ajuntament de Palma del cuadro de Antonio van Dyck que representa el martirio de San Sebastián y que se expone en la fachada del Ajuntament.

Y entramos en el siglo XX.
—Hay que esperar a los años 70 previos a la Constitución. Con la llegada de la democracia lo más importante era asentar unas señas de identidad. En esa época el alcalde era Paulino Buchens y pensó en dar importancia a la fiesta patronal coincidiendo con la alegría de esos nuevos tiempos. La seña de identidad más importante del pueblo, aparte de la lengua, es el folklore. Buchens convocó en 1976 una reunión en un restaurante a la que asistieron Miguel Durán, Bartomeu Ensenyat, Antoni Galmés; el director entonces de la Banda Municipal, Julio Ribelles; el jefe de la Policía Municipal y yo mismo. El alcalde animó a los presentes sobre cómo potenciar la fiesta de Sant Sebastià. El periodista Gabriel Fuster ’Gafim’ fue también un gran impulsor de la fiesta, aunque por desgracia falleció el mismo día de la primera ‘revetla’, el 19 de enero de 1977. Se pensó en una ‘revetla’ con una torrada y una banda de música.

¿Atrajo a mucha gente?
—No. Se hizo en la Plaza Mayor y ni mucho menos se llenó. Era una fiesta muy precaria. Había un par de ‘foguerons’, el baile de la Escola de Música i Danses de Mallorca. Se empezaba a las 9 de la noche y se acababa a las 12.30 horas. Al día siguiente se completaba con la Diada Ciclista. Fueron parecidas las de 1978 y 1979. En ese último año hubo la primeras elecciones municipales y salió elegido Ramon Aguiló, quien fue quien dio un vuelco a la ‘revetla’.

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¿Qué es lo que más cambió?
—Primero, hay que darse cuenta de que la gente quería participar, no ser un mero espectador, y se tuvo la idea genial de destinar las plazas de la ciudad a músicas de diferentes estilos.

¿Cómo ve las fiestas hoy en día?
—Hay demasiados actos en tan pocos días.

¿Se planteó en algún momento que las fiestas fueran en otras fechas?
—No, porque ya no serían patronales. En esos años había la campaña Un invierno en Mallorca con numerosos actos culturales, que convivían con Sant Sebastià, pero se perdió.

¿Es una aberración que en Sant Sebastià haya ‘dimonis’?
—No, es una evolución. La ‘explosión demoníaca’ es muy reciente en muchos lugares de Mallorca.

¿Se ha tenido que importar esto para dar más realce a la fiesta?
—Exactamente.

¿Algo falla cuando los responsables del Ajuntament hablan de que el objetivo es acercan la fiesta a la ciudadanía?
—Indudablemente. El padre Rafel Ginard recoge en el prólogo de sus libros de gloses esta frase: «La cultura popular no tiene que entretener a los espectadores, sino a los actores» y Julio Caro Baroja dijo: «Desgraciada la fiesta que tiene que ser organizada por un ayuntamiento», aunque hay que reconocer que hacen lo que pueden.