Delegación mallorquina, compuesta por unas 200 personas, ayer en la plaza de San Pedro. Foto: PEDRO PRIETO

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Desde ayer domingo, poco antes de las 10.45 horas, los religiosos misioneros de los Sagrados Corazones, Simó Reynés Solivellas, nacido en Mancor de la Vall; Miquel Pons Ramis, llubiner; Francesc Mayol Oliver, de Vilafranca de Bonany; el solleric Pau Noguera Trias, y las religiosas franciscanas Hijas de la Misericordia Catalina del Carmen Caldés Socias, natural de sa Pobla, y Miquela del Sacramento Rullán Ribot, de Petra, junto con otros 493 mártires de la España del Siglo XX, asesinados por los milicianos a poco de comenzar la Guerra Civil española "los mallorquines, baleados en el Coll, una barriada Barcelona, donde prestaban sus servicios religiosos, de ahí lo de «Els màrtirs del Coll»" son beatos.

Sucedió en el transcurso de una ceremonia presenciada por cerca de 40. 000 peregrinos, procedentes de toda España, entre ellos unos doscientos que llegaron desde Mallorca anteayer, sábado, al frente de los cuales viajaba el obispo de la diócesis, Jesús Murgui, con numerosos sacerdotes y monjas. Gran parte de estos viajeros son familiares directos de los beatos, mientras que el resto son de la localidad donde aquellos nacieron.

Desde nuestra posición en las alturas del Vaticano "columnata de Bernini de la izquierda, según se mira a la basílica", nos percatamos de que eran beatos, cuando observamos que el gran mural que pendía desde el balcón principal de San Pietro, y que los simbolizaba a todos, quedaba al descubierto, a la vez que una atronadora ovación ascendía desde la piazza más famosa del mundo. De este modo, el Santo Padre declaraba beatos a 498 mártires que derramaron su sangre por la fe durante la persecución religiosa en España, en los años 1934, 36 y 37 "leo literalmente el documento que nos pasa una monja de la oficina de prensa de la Santa Sede". Entre ellos hay obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos, mujeres y hombres; tres de ellos tenían 16 años y el mayor 78.

La misa, a la que asistieron, entre otros, 71 obispos de la Conferencia Episcopal Española, dio comienzo a la diez de la mañana, pero a las ocho estábamos todos en la plaza del Vaticano, o de San Pietro, que es como la llaman por estos pagos. La organización del evento, organización perfecta, donde si falla algo la culpa la tiene usted "por lo que, listos y enteraillos, abstenerse" había dispuesto ubicar a los familiares en la primera zona, frente a la valla que la separa del altar. Por detrás de estos, el resto. Los alcaldes de sa Pobla y Mancor de la Vall fueron situados en la zona de autoridades, casi en las últimas filas, a la derecha del altar según se mira desde el público. El mejor lugar de esta área fue adjudicado al ministro Moratinos y al embajador de España en la Santa Sede.