Las procesiones llenan las calles de las ciudades.

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Cientos de miles de españoles salen en procesión en Semana Santa. Cada año son más y los desfiles más diferentes entre sí. Las procesiones han pasado a ser un signo de identidad y, en algunos casos, el punto más alto de la temporada turística.

Las más multitudinarias son también las más famosas, las andaluzas y, de modo especial, las sevillanas. En todas sus capitales, miles de nazarenos, decenas de miles en algún caso, pasean las calles.

Aunque resulta imposible establecer un número exacto de penitentes -algunos participan en varias cofradías, unas fuentes contabilizan sólo los nazarenos, otras incluyen a los músicos, otros a las fuerzas de seguridad que desfilan- nadie duda de que son cientos de miles en toda España.

Para Sevilla, por ejemplo, el número menor de penitentes lo da Antonio Ríos, ex presidente de la Junta de Cofradías y hermano de la Hermandad del Gran Poder: cerca de 60.000.

La página web de la Obra Social de la Caja de San Fernando, con datos de las cofradías, permite dar una cifra próxima a las 70.000 para Sevilla, incluyendo los músicos.

Pero hay procesiones proporcionalmente más concurridas. Así, en Zamora, unos 29.000 cofrades recorren la ciudad, una cifra sorprendente para 65.000 habitantes. Lo mismo puede decirse de Cuenca, con más de 20.000 cofrades para 50.000 habitantes.

El número, en toda España, crece cada año. La gente quiere participar y no mirar desde las aceras. Pero no hay menos gente en las aceras. Los lugareños son sustituidos por turistas.

Según Amalio Blanco, catedrático de psicología, además de cofrade inscrito desde su nacimiento en una cofradía de Cuenca, la causa es la búsqueda de identidad.

«Presión social y un componente muy fuerte de identidad colectiva, de pertenencia al grupo, son elementos con más importancia que los de tipo religioso para ese crecimiento», dice y añade que reforzar la identidad implica diferenciarse de los otros. «Se busca la homogeneidad intergrupal y la diferencia respecto a los otros grupos, cofradías, ciudades...».

Por eso, las vírgenes de Sevilla cada día «bailan» más, para desagrado de algunos cofrades, como subraya Antonio Ríos, que prefiere referirse a «llevarlo sobre los pies», cuando habla del movimiento de los pasos.

También se cantan más saetas. No hay reportaje sobre la Semana Santa sevillana que no se recree en los «bailes» o en el balcón en el que un piadoso canta. La diferencia coloca una procesión en el mapa turístico. Se exaltan los detalles que las hacen únicas, sean sagrados o profanos. Y es que, cada vez más también, la Semana Santa es esa fiesta de fecha móvil que se celebra en la semana de luna llena tras el equinoccio de primavera.

En Aragón el ruido es más estruendoso y en Castilla y León el silencio más profundo. En Cuenca las «turbas» son más soeces, en Murcia los cofrades reparten más caramelos y en Lorca los caballos hacen más cabriolas.

En Zaragoza no hay Semana Santa sin el batir de tambores. Si procesionan 6.500 personas, según el presidente de la Junta Coordinadora de Cofradías, Juan Murillo, 4.500 son «ruidosos» y sólo 2.000 son «portadores de pasos, velas, atributos, cruces...».

En Aragón el ruido es más estruendoso y en Castilla y León el silencio más profundo. En Cuenca las «turbas» son más soeces, en Murcia los cofrades reparten más caramelos.