El Santo Padre y el presidente italiano Ciampi, durante la reunión de ayer.

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Benedicto XVI aseguró ayer su respeto a un laicismo «sano» del Estado sin renunciar a la ética que mana de la religión, antes de recordar que las prioridades de la Iglesia son la familia basada en el matrimonio y la defensa de la vida humana.

Aseguró que la Iglesia católica no pide privilegios socioeconómicos ni mira al poder, sino que sigue un camino «de servicio» no exento de preocupaciones, como la defensa de la vida y la familia.

El Pontífice dirigió este mensaje al presidente de la República italiana, Carlo Azeglio Ciampi, con el que hoy mantuvo un encuentro en el romano palacio del Quirinal en el ámbito de su primera visita de Estado a Italia.

En un discurso oficial pronunciado ante Ciampi y las principales autoridades italianas, entre ellas el primer ministro, Silvio Berlusconi, Joseph Ratzinger recordó que las relaciones entre la Iglesia y el Estado son autónomas e independientes, según los principios del Concilio Vaticano II.

«Por tanto, es legítimo un sano laicismo del Estado en virtud del cual las realidades temporales se rijan según sus propias normas, sin excluir las referencias éticas que encuentran sus cimientos en la religión», afirmó.

En este sentido, Benedicto XVI insistió en que la familia basada en el matrimonio es «un valor importantísimo que debe ser defendido de cualquier ataque dirigido a minar su solidez».

Pasó luego a recalcar que la Iglesia reconoce en la vida humana «un bien primario», por lo que pide que sea respetada desde su inicio hasta su término natural, aunque «subrayando el deber de adecuar curas paliativas que hagan la muerte más humana».