Blair defendió la normativa por ajustarse al «sentido común», a pesar del rechazo laborista.

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Pegar a un niño hasta el punto de dejarle alguna marca es considerado desde ayer un delito en Inglaterra y Gales, según una controvertida ley que autoriza, no obstante, los bofetones moderados.

La normativa, aprobada por el Parlamento el pasado noviembre, prevé castigar con penas de hasta cinco años de prisión a los padres que den una paliza a sus hijos, pero a la vez les da autonomía para decidir sobre la conveniencia de un «leve» bofetón.

Los padres no podrán hacer uso de la fuerza para castigar a sus hijos si ésta es tan violenta que deja señales en el cuerpo, pero podrán asestar alguna que otra bofetada, siempre y cuando no cause «moratones, enrojecimiento o daño mental».

A pesar de nacer con el objetivo de proteger a los niños de los malos tratos en el hogar, la ley ha suscitado fuertes críticas entre la sociedad británica al entender que, de esta forma, «se confunde» a los padres y se expone a los hijos a «un mayor riesgo de abusos», en palabras de la organización de protección para la infancia NSPCC.

Unos 50 niños mueren cada año en el Reino Unido a manos de sus progenitores, lo que supone una víctima a la semana.

Para los detractores de la ley se debería haber prohibido todos los niveles de violencia contra los más pequeños.

«Definir las formas aceptables para pegar a un niño es algo que debería pertenecer al pasado», aseguró la responsable de la NSPCC, Mary Marsh.

El hecho de que sólo sean delito las agresiones físicas que dejen señales conlleva el «riesgo de que los padres peguen a sus hijos allí donde las lesiones son menos visibles, como la cabeza, algo que puede crear daños mayores», añade esta experta.