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EFE/EUROPA PRESS-CROACIA
Juan Pablo II vive tan intensamente su tercera visita a Croacia que no ha hecho comentario alguno sobre que se trate de su viaje internacional número cien, aunque su principal «enemigo» en esta ocasión ha sido el fuerte calor reinante en las ciudades que ha visitado en estos días.

Tras esta visita a Croacia, el Santo Padre viajará el próximo día 22 a Banja Luka, la zona serbia de Bosnia-Herzegovina, donde proclamará beato a un laico croata, Ivan Merz. Aunque las relaciones con los ortodoxos serbios están mejorando -prueba de ello es que ayer el patriarca Pavle envió a la misa que el Papa celebró en Osijek, en la Eslavonia croata, a su arzobispo Jovan-, Pavle no acudirá a Banja Luka a saludar al Pontífice.

El portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, manifestó ayer en Rijeka a la prensa que acompaña al Santo Padre en esta visita que el calor «ha puesto a prueba» al Papa, pero que éste se encuentra bien aunque en algunos momentos haya padecido las altas temperaturas.

El Obispo de Roma, precisó Navarro, ha venido a este país a animar a sus gentes -en su inmensa mayoría católicas- a superar la crisis que padecen y a confirmarles en la fe, después de tantos años de persecución religiosa, en referencia a la época comunista.

En Croacia «hay mucho que hacer», añadió Navarro, que subrayó que Juan Pablo II, una vez más, ha vuelto a llamar a la reconciliación entre los pueblos balcánicos.

Navarro precisó que las relaciones son muy cordiales, pero que no hay que olvidar que los católicos y ortodoxos llevan casi mil años separados y que no se puede pensar lograr en poco tiempo lo que lleva roto diez siglos.

Asimismo, El Papa pronunció ayer en Rijeka (noroeste de Croacia) una oda a la familia, que requiere una «atención privilegiada», durante la misa de Pentecostés celebrada en presencia de más de 120.000 personas en la explanada de la puerta de la antigua Fiume.