Fotografía de archivo del Papa junto al polémico presidente de los obispos alemanes.

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EFE - EL VATICANO La posibilidad de que el Papa pudiera renunciar a su cargo por motivos de su salud fue descartada ayer unánimemente por representantes de la Iglesia, mientras el propio Juan Pablo II daba a entender que cuenta con fuerzas para su cometido.

El presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Karl Lehman, levantó el domingo una fuerte polémica que el religioso matizó ayer, sobre una posible retirada del Pontífice por su estado de salud.

«Personalmente hago confianza al Papa sobre su valor y fuerza para decir, en el caso de que sienta que ya no es capaz de dirigir la Iglesia con responsabilidad: ya no puedo desempeñar mi cargo como sería necesario», declaró Lehmann el domingo al ser preguntado sobre la conveniencia de la dimisión de su Santidad.

En un comunicado, Lehmann aseguraba ayer que en «ningún caso había solicitado la retirada del Papa», añadiendo que tan sólo había planteado una hipótesis.

El asunto ha dado origen a un debate acerca de las energías con que cuenta Karol Wojtyla para su Pontificado y de los mecanismos para una renuncia, un hecho del que en la historia de la Iglesia Católica sólo existe un precedente, que se remonta al siglo XIII. Sin aludir directamente al tema, Juan Pablo II pronunció hoy una frase que ha sido interpretada en medios vaticanos como una respuesta a la posibilidad de su dimisión.

«Dios no pide nunca nada que supere nuestras fuerzas» aseguró el Papa antes de añadir que «nunca nos pide nada que nos supere. El nos da la fuerza de cumplir todo lo que espera de nosotros». Desde la cúpula cardenalicia ha habido varias voces, como la del presidente de la Conferencia Episcopal italiana, Camillo Ruini, quien ha señalado que Wojtyla está «plenamente capacitado para desarrollar su oficio pastoral universal con plena responsabilidad». «Es una decisión que no puede ser sugerida: sólo la podría tomar él», apuntó el cardenal Pio Laghi, en tanto que para otro purpurado, Ersilio Tonini, sería «curioso que mientras el mundo laico admira la figura del Pontífice como un modelo, el eclesiástico lo quiera echar fuera».