Martorell recoge el testimonio de muchos pescadores de la zona. | R.P.F.

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Miquel Martorell Ramis (Santa Eugènia, 1970) es un pagès fascinado por la montaña, los barrancos y las historias de nuestra tierra. Ha publicado ya cuatro libros, dos de ellos sobre aspectos inéditos de la Serra de Tramuntana. Hace unos años publicó Cent porxos, en el que se centra en las antiguas construcciones del Barranc de Biniaraix. Ahora ha publicado Els penya-segats de la mar cobren vida, una obra basada en historias de pescadores de la Serra de Tramuntana y en los accidentes topográficos de su litoral marino. El libro, ilustrado por Vicenç Sastre y Martí March, se presenta el próximo viernes en Sóller.

¿Cómo surgió la idea de publicar este libro?
—Me di cuenta de que en la costa de Tramuntana, solamente en el tramo que comprende los términos de Deià, Sóller, Fornalutx y una parte de Escorca, había un gran número de topónimos marinos, unos 70, que estaban a punto de desaparecer porque ya casi nadie los utiliza. Me propuse reunirlos en un libro entrevistando a pescadores de la zona.

¿Se trata, pues, de un catálogo de accidentes topográficos litorales?
—No exactamente. A través de mis conversaciones con pescadores de estos pueblos descubrí una gran cantidad de historias y anécdotas relacionadas con estos sitios, algunas de ellas realmente increíbles. Se trata de un recorrido por estos escollos, calas, acantilados y cuevas, de la mano de estos profesionales del mar, algunos de ellos ya muy mayores.

¿Cómo reunió toda esta información?
—He realizado un total de 44 entrevistas a estas personas o a sus descendientes que habían conservado estas historias. También he visitado estos lugares fascinantes, desde el mar y desde tierra. Me interesaban especialmente las pesqueres d’oblades, una tradición mallorquina muy interesante e ingeniosa.

¿Por qué precisamente estas pesqueres?
—Porque los que utilizaban esta técnica de pesca desde la costa las mantenían y las mantienen aún en secreto. Pero al visitarlas me di cuenta de que los amantes de la aventura ya han aprendido a llegar a ellas y algunos accesos tienen marcas para encontrar estos difíciles accesos al mar. La masificación de estos accesos supondría perder una antigua tradición. Me he encontrado con pescadores de Sóller que para pescar oblades en puntos estratégicos recorrían grandes distancias a pie y se iban hasta la Calobra. La técnica de pesca basada en el brumeig es también única, todo un arte transmitido por tradición oral.

¿Qué más le han contado los entrevistados?
—Muchas cosas, no solo relacionadas con la pesca desde la costa o desde embarcaciones, sino por ejemplo sobre aspectos más escondidos como el contrabando o incluso la pesca ilegal con explosivos que algunos practicaban a pesar de su peligrosidad y prohibición estricta. En Sóller, alguno de ellos perdió la vida. Eran historias que no se podían dejar al margen, ya que suponen testimonios orales relacionados con el mar y con nuestra costa.

¿Qué ha sido lo que más le ha sorprendido durante el estudio que ha realizado?
—Me he encontrado con cosas muy curiosas que hoy en día nos parecerían incomprensibles. En la costa de Sóller existe una cantera literalmente colgada sobre el acantilado de la que se extraían bloques de marès. Prácticamente, tenían que trabajar colgados y bajar las piezas con poleas hasta una embarcación situada debajo. También he recogido numerosas historias sobre grandes peces, cetáceos, tortugas y otros animales marinos, que demuestran que hace décadas la vida marina en esta zona era mucho más rica. Y, por supuesto, historias sobre artes de pesca hoy en día perdidas como el bolitx, las almadraves bonitoleres (para atunes). He hablado con gente que aún usó el bolitx, una red que se lanza desde tierra.

¿Y sobre la toponimia marina?
—Tienen nombres de distintos orígenes, utilizados por los pescadores, que a veces recuerdan formas animales o toman nombre de persona. En sa Foradada me he encontrado con un importante escollo que no aparece en ninguna carta marina ni mapa, pero que los marineros de la zona conocen perfectamente: s’escull de n’Espinosa, se llama. Algunos accidentes con nombre de persona, probablemente recuerdan a alguien desaparecido en el mar.

¿Qué conclusión saca de todo?
—Muchas. Pero sobre todo que esta parte de litoral mallorquín es único e irrepetible y que merece ser protegido al máximo, al igual que sus recursos marinos y su cultura marinera.