Inés Calleja, cofundadora de NOMA Original Hemps.

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A principios del siglo XX existía una industria muy potente de cáñamo en Mallorca. Esta materia prima se utilizaba en el sector textil y fue un gran motor para la economía de la Isla. Ahora, la revolución del CBD hace volver a las raíces a un pequeño sector que no las había olvidado. «En la Isla hay tradición del cultivo del cannabis, la tierra da para ello», explica Inés Calleja, de NOMA Original Hemps, una cooperativa de agricultores de cáñamo industrial afincada en Mallorca, considerado el primer cultivo 100 % legal destinado a flor en España.

Inés Calleja y Nuño Monasterio, junto con Tom Fernández, han creado la cooperativa NOMA Original Hemps con sede en Binissalem. Ella, profesora, y él, técnico de sonido, encontraron en esta planta milenaria una oportunidad para devolverle a la tierra todo aquello que les había dado. «Sentíamos la necesidad de dedicarnos a alguna actividad que repercuta en el bienestar de Mallorca. Empezamos a buscar y a investigar cultivos más especiales como el tomate verde o el lúpulo (ingrediente de la cerveza) pero vimos que no había posibilidad. Entonces se empezó a hablar mucho del CBD y empezamos a darle vueltas», explica la fundadora. El CBD o cannabidiol es uno de los 113 cannabinoides que se encuentran en la planta Cannabis sativa y tiene propiedades antiinflamatorias y analgésicas. «Caímos en todo lo que estaba pasando con el cáñamo y en cómo ha evolucionado en los últimos años, entonces vimos la oportunidad y empezamos a trabajar en esta línea. Hemos investigado muchísimo, en como estaba la legalidad en Europa, consultándolo con abogados y, sobre todo, nos hemos formado».

Hoy en día, cultivar cáñamo industrial es legal en España siempre que se cumplan tres requisitos: utilizar semillas certificadas por la Unión Europea, usar solo la semilla y el tallo, nunca la flor (excepto si es para uso medicinal), y que la concentración de THC (tetrahidrocannabino, el cannabinoide psicoactivo de la planta) sea inferior al 0,2%. «Todas las leyes españolas que regulan el cultivo de cáñamo son muy antiguas, no están preparadas para lo que ha pasado en los últimos años. Hay un gran desconocimiento en cuando al uso de esta planta», lamentan.

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El cáñamo se caracteriza por necesitar poca agua y poco aporte de fertilizantes, plaguicidas o herbicidas. Esto hace que pueda sea relativamente fácil de cultivar y que no sea difícil adaptar el cultivo para que sea ecológico. Además, los cultivos de cáñamo favorecen la recuperación de suelos degradados y pueden purificar aguas o tierras con exceso de fósforo. Una serie de características que se adaptan a la perfección a la tierra mallorquina.

La pareja de emprendedores puso en marcha la cooperativa con ayuda de Cooperativas Agroalimentarias de Mallorca y presentó a la conselleria un proyecto para desarrollar la industria del cáñamo en la Isla. «Nos dimos cuenta que la Isla no puede vivir solo del turismo y esta es una buena opción para desarrollar otro tipo de economía. Es muy interesante que los artesanos vuelvan a recuperar la fibra de la planta y recuperar toda esa artesanía. Es un mercado que se va a desarrollar mucho más en los próximos años. Hay mucho avance en la utilización del cañamo, para insonorización o bioconstrucción, entre muchas otras cosas».

En esas raíces se encuentra el trabajo manual que han llevado a cabo en este último año. «Lo hemos hecho casi todo, hicimos unos 2.000 agujeros a mano en la tierra para plantar y luego la tratamos con abono. Ha sido todo un trabajo manual con mucha dedicación. La acogida en la Isla ha sido muy buena, incluso las personas mayores recuerdan los usos que se hacía antiguamente de la planta. Se trata de volver a las raíces, dar un valor a la tierra y que las personas que la trabajan puedan vivir de ella».