Esta edición cuenta con unos seiscientos expositores que se extienden en ocho kilómetricos lineales de muestra en Inca. | P. Pellicer

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La anunciada lluvia, que hizo acto de presencia a media mañana y de forma esporádica durante la tarde, provocó este jueves que las expectativas de recibir a cerca de 150.000 personas con ganas de disfrutar del Dijous Bo no se cumplieran ni de lejos.

La feria comenzó de forma oficial a las diez de la mañana con la llegada de las autoridades a la plaza de Espanya, para realizar la visita a la feria. La presidenta del Govern, Francina Armengol, no pudo asistir por estar indispuesta y del Consell tampoco hubo representación porque coincidía con la sesión plenaria de la institución. El alcalde Virgilio Moreno recibió al presidente del Parlament, Vicenç Thomàs, así como a los consellers Juan Pedro Yllanes y Mae de la Concha y al delegado de Gobierno, Ramón Morey.

Otros representantes políticos que este juevesr se hicieron la foto frente al Ajuntament, pero luego no siguieron la comitiva oficial, fueron Biel Company (PP), Jaume Font (PI) o Jorge Campos (Vox), que prefirieron visitar las calles del centro con los de su partido.

Mirando al cielo

Al frío de la mañana se le sumaron unos nubarrones que cerca de las once de la mañana hacían presagiar que se verían paraguas. Afortunadamente la lluvia cayó durante poco más de un cuarto de hora sin mayor incidencia. Aún así, el ‘daño’ ya estaba hecho y el ambiente en las calles confirmaba que muchos visitantes se habían quedado en casa desanimados por las previsiones meteorológicas. En ciertos corrillos se comentaba que ayer parecía «un jueves normal de mercado con más puestos de venta de lo habitual», aunque había ciertas zonas, como las muestras de animales o de maquinaria agrícola y concesionarios de coches que aguantaron el tirón y registraron una buena afluencia.

En los últimos años la celebración del Dimecres Bo ha ido ganando terreno a la feria del día siguiente, y el miércoles por la tarde hubo más aglomeraciones que ayer. De hecho, los tenderetes de comida y bebida cerraron a las cinco de la madrugada para atender a los más marchosos y ayer a las once de la mañana muchos de ellos aún permanecían cerrados.

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Tampoco tuvo el éxito esperado la propuesta de que en esta ocasión el Dijous Bo se alargara hasta las 23 horas, por culpa de la intermitente lluvia y del frío reinante por la tarde. Aunque por la tarde siguió el flujo de visitantes, que fue continuo pero sin agobios, a medida que llegaba la noche el ambiente fue decayendo. El próximo año también será festivo el viernes del Dijous Bo en Inca, por lo que se podrá comprobar mejor si el horario extendido tiene aceptación. Por otra parte, la I Trobada de Xeremiers animó la zona peatonal desde la plaza de Espanya hasta la estación del tren.

Donde no se notó el evidente bajón de visitantes fue en los bares y restaurantes. Los cellers estaban llenos, aunque era posible encontrar alguna mesa libre sin demasiada espera, mientras que en el Dimecres Bo los dos turnos para cenar estaban reservados desde hacía semanas.

Los bares ofrecieron sus ‘variats’ que atrajeron a muchos transeuntes que decidieron hacer un alto en el camino para reponer fuerzas. También los puestos de venta de productos alimenticios contaron con aceptación.

Las obras de la plaza Mallorca obligaron a reubicar algunas de las muestras que se celebraban año tras año en ella. Las empresas locales se desplazaron a la plaza de la Llibertat y los medios de comunicación a la plaza de Santa Maria la Major.

Otra de las afectadas fue la tercera edición de la Mostra Marinera, que se montó en la plaza de Orient. El cambio le sentó bastante bien porque se integró de forma más natural en el recorrido natural que siguen los peatones y durante la jornada muchas familias disfrutaron con las maquetas de barcos, las reproducciones de llaüts o de diversos talleres infantiles para conocer mejor el mundo marinero.

En el apartado solidario destacó el barrio de los artesanos, situado en la calle Estrella. Durante la feria colocaron dos carros de supermercado para que quien quisiera donara alimentos típicos de Navidad con el objetivo de realizar un pequeño obsequio a los 150 usuarios que tiene el comedor social de Cáritas en Inca.