El ejemplar de este año mide 19 metros de alto. | Elena Ballestero

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El Pi de Sant Antoni aguarda desde este miércoles en la finca de Ternelles, listo para bajarlo en carro hasta la Plaça de Pollença, cumpliendo con una tradición que se repite cada 17 de enero desde tiempos inmemoriales.

Por primera vez la altura del pino está limitada oficialmente a un máximo de 20 metros de longitud. El de este 2019 mide 19. Se quiere evitar así que se repitan las escenas vividas hace un año cuando el pino cedió y se partió casi por la mitad al forzarlo para que entrara en la Plaça Vella. Un joven resultó herido de gravedad.

La medida más ajustada del pino (rondaba los 22 metros el año pasado) deberá facilitar teóricamente este año el laborioso proceso de bajar el pino en carro por las estrechas calles de Pollença sin que ello suponga un deslucimiento de la fiesta de Sant Antoni pero tampoco un riesgo para la seguridad.

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Por segundo año consecutivo el Pi de Sant Antoni de Pollença no tendrá un gallo vivo colgado de su punta o al menos eso es lo que espera la organización.

El alcalde de Pollença, Miquel Àngel March, cumple así su compromiso asumido en pleno hace ya dos años a petición de Alternativa per Pollença (en la oposición) que reclamaba infructuosamente desde hace años el cumplimiento de la Ley de Protección Animal.

La supresión del gallo vivo como premio levantó ampollas hace un año y se especuló hasta el último momento con la posibilidad de que alguien ‘colara' el animal en la fiesta, pero la rotura del carro primero y del pino después, acabó de golpe con todas las especulaciones.

Este miércoles la palabra seny es la que más sonó en las finca de Ternelles durante la selección y preparación del Pi de Sant Antoni 2019, un rito que es en sí mismo toda una celebración y que sirve de preludio para lo que queda por venir. La fiesta grande tendrá que esperar al próximo jueves.