Imagen de ses Coves de na Molins, en la costa de Artà. El filólogo ha estudiado la zona palmo a palmo. | Aina Ginard

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Cuculus es banyut, en latín. Y de banyut a sa Cuguça hay años de historia. El cucui es un pájaro que pone huevos en nidos que no son suyos, un banyut. Es necesaria un poco de imaginación para apreciar que sa Cuguça, en la costa de Artà, es un nombre bien descriptivo: tiene forma de cuerno.

«Cada topónimo es único y representa toda la historia de un lugar». El filólogo Cosme Aguiló no duda que las palabras que describen lugares representan la esencia de la sociedad y de la tierra. Su última publicación, 'La toponimia de la costa d'Artà', es un buen ejemplo. Conocer en profundidad los nombres de un territorio es el fruto de un proceso largo y laborioso.

El primer paso es dominar palmo a palmo el territorio. Lo siguiente que se debe hacer es proveerse de material fotográfico suficiente para poder identificar los accidentes. Entonces lo más complicado es saber encontrar gente informada. Todas las personas que hayan tenido un contacto directo con el territorio pueden ser útiles. «Una persona que conoce la toponimia es quien más conoce la historia de aquel lugar». Y el trabajo de Aguiló es hacer de todos el conocimiento individual. Pero el trabajo es complicado. Uno de los problemas que puede encontrar un toponimista es que un nombre designe dos lugares.

Otra queja del filólogo es que las instituciones públicas no defienden el patrimonio: «Los mapas ponen Cala Matzoc, pero el nombre correcto es Marzoc, nombre que proviene del árabe y que se repite en varios países como Malta o Túnez».

«El toponimista es un notario que da fe de aquello que ha oído», explica Aguiló. Pero también es «como un arqueólogo: no hay ningún aspecto de la vida cotidiana que no tenga un reflejo en la toponimia».

El estudio de los nombres del territorio es un patrimonio menor que hasta ahora ha sido infravalorado hasta nuestros días, recalca el filólogo. Por este motivo alerta que: «Los topónimos sufren peligro de desaparición, y su principal enemigo es la sustitución». Según el autor, este libro es un regalo a los artanencs, un patrimonio que nunca se debería perder».