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M.Poquet / M.Serra

Inca se convirtió el miércoles por la noche en el punto de encuentro de miles de jóvenes sedientos de fiesta que se acercaron al municipio para celebrar el ya tradicional Dimecres Bo. Un evento que para muchos se ha convertido en una cita ineludible y que de año en año va aglutinando a nuevos adeptos.

Antes de que los jóvenes se adueñaran de las calles de Inca, los principales cellers del municipio ofrecieron a sus comensales deliciosos platos mallorquines preparados especialmente para la ocasión. Encontrar una mesa vacía en Inca se convirtió en casi una misión imposible, ya que, los cellers más populares del municipio como Can Amer, Can Ripoll o Sa Travessa tiene sus mesas reservadas desde hace varias semanas. Incluso hay quien va más allá. Desde del celler Can Ripoll aseguran que «disponen de la misma clientela desde hace más de 25 años y estas personas reservan anualmente sus mesas».

Para hacer frente al aluvión de solicitudes, la mayoría de cellers apostaron por realizar dos turnos, el primero a las 20.30 horas y el segundo a las 22.15 horas. Incluso en el celler Can Ripoll, este año, habilitaron en el exterior una barra donde ofrecían una tapa de frit mallorquí y una copa de vino a un módico precio. Los mayores de Inca también quisieron participar en el Dimecres Bo y la llar de padrins ofreció a sus socios una cena especial.

La ausencia este año del espectáculo del correfoc adelantó la marcha y a partir de las 23 horas las calles del centro de la ciudad ya se encontraban llenas a rebosar. Muchos de los jóvenes llegaron en tren aprovechando el servicio especial del transporte. La mayor parte de la fiesta se concentró en las proximidades del mercado cubierto donde, miles de jóvenes vivieron de manera intensa, la noche previa al Dijous Bo, aunque este año se aumentaron las medidas policiales para evitar incidentes y la música en las calles se limitó hasta las cinco de la madrugada.