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Las fiestas de Semana Santa han supuesto un duro castigo para las zonas de acampada próximas al santuario de Lluc. Enormes cantidades de basura han sido el legado que han dejado algunos campistas sin sentido del civismo, que con su actuación cuelgan una nefasta etiqueta a miles de excursionistas cuyo paso por las montañas pasa desapercibido. Se calcula que la semana pasada se instalaron más de 400 tiendas de campaña en esta zona.

Tanto en el recinto del santuario de Lluc como en un sector de la finca de Son Amer, adquirida hace poco por el Consell de Mallorca para rehabilitar las casas de la possessió y reconvertirlas en un refugio de montaña, se han acumulado cientos de kilos de basura, esparcidos por el bosque y la campiña.

Además de los desechos habituales que se producen en una acampada (bolsas de plástico, botellas, latas, papeles...), se han encontrado objetos de lo más extravagante en una montaña: colchones, sillas de plástico, cubos de goma e incluso tiendas de campaña rotas. También se han recogido botellas de bebidas alcohólicas medio llenas, paquetes de galletas y latas de conserva sin abrir.

El prior de Lluc, Josep Alemany, lamenta este tipo de comportamientos, si bien reconoce que este año no ha sido peor a los anteriores. El primer responsable del santuario admite que peca de ingenuo pero es partidario de «dejar acampar». Sin embargo, el comportamiento de determinados campistas obliga a realizar una reflexión «y realizar un replanteamiento muy serio» que podría consistir, a corto plazo, en delimitar la zona de acampada e impedir que se instalen tiendas fuera del recinto.

El santuario de Lluc ha habilitado conducciones de agua, duchas y servicios, con cargo a sus propias arcas. Además, tiene que afrontar los problemas como la recogida de basura.