Una camada de vacas se encarga de intimidar a los visitantes. Foto: JAUME MOREY

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«Yo no estoy en contra de que la gente pase por la finca, para eso está el camino que la atraviesa y el permiso del padre del actual dueño para que lo utilice quien quiera. Yo, a lo que me niego, es a que estos excursionistas se dediquen a robar las naranjas, las aceitunas, los espárragos o las setas y a destrozar las zonas sembradas o a cazar furtivamente dentro de los límites de Son Forteza». De esta forma justifica Fernando Escobar, encargado de la citada finca, la decisión que tomó hace apenas dos años y que, según su opinión, disuadirá a los «amigos de lo ajeno» de llevarse lo que «otros han trabajado».

Con tal fin, Escobar compró varias vacas bravas procedentes de Salamanca y Jaén. Actualmente tiene ocho, y las soltó por las 800 quarterades que tiene la possessió. Cinco permanecen en la parte llana, junto al resto del ganado vacuno, y las otras tres deambulan por la montaña a su libre albedrío. Son Forteza está atravesado por un camino que lleva a una ermita, senda rural que es muy apreciada por los excursionistas de Mallorca debido a su gran belleza. Es por eso que el padre del actual propietario accedió en su día a que quien quisiera lo utilizara. El problema llegó cuando algunos usuarios del camino no se limitaron a andar por la senda y ampliaron su campo de acción a la propia finca.

«Aquí han hecho de todo. Roban y destrozan sin que podamos hacer nada porque cuando llega la Guardia Civil, que la hemos avisado 40.000 veces, ya no hay nadie». El cuidador de la zona asegura desesperado que él respeta los derechos de los demás dejándolos pasar y se pregunta por qué los que entran no respetan ni sus derechos ni su trabajo. «Aquí me llega un señorito de la ciudad, que cobra un sueldo alto, y se dedica a llevarse los frutos de mi esfuerzo. A mí no me parece justo», explicó Escobar.