Ventura Catany, con el icónico león de Pius XII de fondo, en el patio de este colegio de Palma. FOTO : PERE BOTA | Pere Bota

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El nombre de Ventura Catany (Palma, 1966) irá siempre unido al del colegio Pius XII de Palma, centro al que lleva unido 50 de los 58 años de su vida: 15 como alumno entre 1969 y 1984 además de 35 como profesor desde 1989 hasta hoy. Licenciado en Filología Hispánica por la UIB, actualmente es el coordinador de Bachillerato del centro e imparte Latín en 4º de ESO y Catalán y Castellano en Bachillerato. Durante nuestra conversación se van sucediendo recuerdos y reflexiones que hacen de lo profesional y lo personal un ‘todo’ indivisible. De hecho, desde 1967 Catany reside en la misma calle en la que se encuentra el centro.

El primer nombre propio que sale a colación durante la entrevista es el de Marc Grimalt que, además de impartir Historia durante más de 35 años, fue el director que introdujo el catalán en el centro. «Siempre te mostraba un análisis crítico de la Historia por encima de las ideologías. Todavía recuerdo sus clases de la Revolución Francesa. Estuvimos un mes hablando de ella. Sería incapaz de reproducir una sola afirmación suya pero todavía hoy tengo vívida su emotividad, esa sensación de estar en clase y saber que ‘hoy, durante una hora, pensaremos’», rememora.

Ventura esboza una sonrisa de orgullo al recordar «el día que oí como un alumno le decía a otro que los profesores que mejor explicaban eran Marc y Ventura. Mi referente ha sido él porque explicaba superbién, pero no en lo referente a la gestión de clase. Una de las cosas que aprendes es que no hay una sola manera válida de gestionar un grupo. Si quieres que funcione, el alumno tiene que percibir autenticidad, vocación y pasión. El alumno admite muchos tipos de profesores, lo que no admite es que un profesor aplique fórmulas en las que no cree. Marc exigía que los alumnos le trataran de usted y a él le funcionaba pero sé que es una cosa que a mí no me funcionaría porque soy de otra manera en clase. Cada profesor tiene que encontrar su estilo porque no es una cosa prefijada». Otro referente intelectual del que fue alumno es Antònia Canyelles. Catany cuenta que «hoy es muy conocida como poeta, pero fue de las primeras profesoras de Catalán que hubo y la primera que me dio esta materia entre 1978 y 1980. Sabía ‘un huevo’. Nos daba unas clases en 7º u 8º de EGB que hoy serían de 1º de universidad».

Vínculos

Juan Cárdenas también dejó su sello en las aulas de Pius XII. Sobre él, Catany afirma que «sabía cómo motivar al alumno. Era un gran motivador y hoy en día esto es muy importante. Juan, más que un profesor de Matemáticas, era un entrenador de Matemáticas. Lo que lo hacía único era su manera de transmitir el conocimiento. Alumnos que eran incapaces de funcionar con otros profesores, con él funcionaban. No sé qué tecla tocaba porque no tenía un método pero sabía hacerlo».

Ventura Catany guarda un recuerdo entrañable de Amando Sánchez Conca, profesor de Biología del centro durante más de tres décadas. «Era la bonhomía personificada. Conviví con él en sus últimos años y fue duro. He visto con mis ojos a los ‘piezas’ más redomados de una clase subir dos pisos para salir a su encuentro y ofrecerle el brazo para que pudiese bajar porque en sus últimos cursos le costaba caminar. Esto lo he visto hacer un día, y otro, y otro… No he vuelto a ver una situación parecida».

El profesor hace un balance «superpositivo» de su carrera docente y añade que «siempre he dicho que si me preguntan por el trabajo de mis sueños diría: una librería o una tienda de discos, pero la segunda sería profesor. Me gusta dar clase. No soy una maravilla en cuanto a metodología, en absoluto, pero tengo una cosa y es que me gusta compartir lo que sé. Me siento un privilegiado porque tenemos un perfil de alumno del que soy consciente que, aunque debería ser lo normal, es una excepción».

Futuro

Para Catany, Pius XII significa «una parte esencial de mi vida. Es mi paisaje sentimental de toda mi vida; no solo de mi infancia y adolescencia. Es un lugar que me ha dado la posibilidad de ganarme la vida dignamente, un lugar que me ha dejado ser yo mismo a la hora de trabajar. Le debo tantas cosas a todos los niveles... Hoy que hay muchos trabajos precarios en los que se explota. Aquí me siento valorado profesional y humanamente. Cada mañana me levanto con ilusión de venir. Eso no tiene precio».

Sobre su futuro, confiesa que «aunque me quedan unos diez años de trabajo ya empiezo a percibirme fuera. Afortunadamente, cuando entro en clase se me enciende un interruptor y esto se me olvida. Me pongo a compartir lo que sé y me encanta. Espero que la sensación me dure hasta el último segundo en el que dé clase».