Sa Botiga forma parte del catálogo de comercios emblemáticos del Ajuntament de Palma dada su antigüedad, que asciende a 112 años. | Pilar Pellicer

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Desde 1910, Sa Botiga preside la calle San Alonso. Ahora, este comercio emblemático, situado en el corazón del Casc Antic, cuelga el cartel de ‘se traspasa’. Los motivos para pensar en el cierre no son los habituales, como la falta de recambio generacional o el cambio de hábitos de consumo. «Necesito un cambio de profesión. Quiero conciliar porque mis hijos necesitan atención», dice María Magdalena Quetglas, propietaria de pequeño colmado que resiste en el Casc Antic.

«No he tenido vacaciones ni baja de maternidad y mis hijos me necesitan», insiste la propietaria. Hace cuarenta años, su madre recogió el testigo de la familia Calafat, fundadora de la tienda. «Aquí se han rodado películas y estuvo Bill Clinton de visita en la zona», cuenta con orgullo Quetglas, mientras muestra la foto del expresidente estadounidense ante la tienda y junto a su madre, ya jubilada.

A un paso de los baños árabes, ha visto cómo ha ido cambiando el entorno: «Cuando yo era pequeña, aquí había panaderías y colmados. Era el barrio chino y luego lo asfaltaron y lo reformaron entero. Vinieron muchos extranjeros que compraron vivienda aquí». Luego llegó el alquiler vacacional y el Casc Antic «era tan internacional como Santa Catalina; se puso de moda. Pero ahora ha pegado un bajón y muchas viviendas están vacías», explica la comerciante. Los vecinos de toda la vida «se han ido o fallecieron».

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Sa Botiga es una tienda de barrio, de las de toda la vida, cercana al cliente.

Aun así, Quetglas asegura que «hay muchísimo trabajo en verano». Cuenta con una clientela muy fiel, tanto residentes como personas que trabajan en la zona. Sa Botiga ha sobrevivido a la transformación del Casc Antic y sigue manteniendo el mismo espíritu, ofreciendo bebidas y comida en el centro. El traspaso ha sido un trago para la familia. «A mi madre le ha costado el paso. Aunque se ha jubilado, sigue viniendo todos los días a la tienda», cuenta su hija. La hermana de María Magdalena también estaba con ella en la tienda pero lo dejó tras aprobar unas oposiciones para Correos. «He estudiado a distancia un FP de atención a la dependencia y también me saqué el grado superior administrativo. Siempre he estudiado mucho en la tienda», dice Quetglas.

Pena

La comerciante asegura que «me da mucha pena dejar la tienda, es mi casa, pero me gustaría que lo cogiera alguien que lo mantuviera. No me imagino ni una tienda gourmet ni un supermarket de los que abren ahora». Quetglas sueña con la permanencia de un colmado de confianza mientras ella, por fin, se dedica de lleno a sus hijos.