Jaume Herrero, en la plaza de La Llonja. | Jaume Morey

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Es médico de la UCIde Son Espases y nuevo presidente de la Assocació de Veïns de La Llonja-Es Born. Jaume Herrero ha vivido en primera línea de fuego la pandemia y también los desmanes del ocio nocturno en un barrio difícil.

Acaba de asumir el cargo de presidente de la asociación vecinal. ¿Cuáles son sus reivindicaciones?


—Pedimos al Ajuntament rigor al aplicar las ordenanzas por igual a vecinos y restauradores. Hay una connivencia en favor de los locales de ocio de forma desproporcionada. Este barrio emblemático ha llegado a un punto de no retorno. Los vecinos ya se cuentan con una mano. Queremos mostrar a Cort que también existimos.

¿Quedan vecinos en el barrio?

—Llevo aquí más de dieciséis años y para reunirnos en la asociación apenas hemos conseguido treinta personas. En los últimos meses se han ido seis familias. Yo me lo estoy pensando.

¿Quién sustituye a los antiguos vecinos?

—Cuando venden, con suerte se convierte en una segunda vivienda. Pero muchos pisos se reconvierten en apartamentos turísticos encubiertos.

¿Cómo es la convivencia con los locales de ocio?

—Hay restaurantes que juegan sucio y funcionan como bares de copas hasta las tres de la mañana. Tiene música, las puertas abiertas y todo esto en callejones muy estrechos. Los locales florecen como setas con la excusa del turismo, pero es incompatible con la vida residencial.

¿Cómo combaten esta situación desde la asociación?

—Este año ya hemos puesto un centenar de denuncias. Hemos denunciado locales al departamento de Actividades del Ajuntament. Todavía esperamos a que se nos proporcione la documentación. Hay locales que les ponen multas pero a ellos les sale a cuenta: vuelven a abrir con otro nombre. Hay mucha picaresca.

¿Puede poner algún ejemplo concreto?

—Hay un empresario italiano que cuenta con siete establecimientos en el barrio y dos almacenes. Además, compra pisos para dedicarlos al turismo. Algunos de sus locales no tienen licencia de actividades y por eso pedimos una auditoría externa de este departamento para saber qué está pasando. Hay gente que rescata licencias de restauración de los años 60 para abrir un local. Basta con una declaración responsable para hacer luego lo que quieras.

¿Tienen problemas para vender las viviendas?

—Un vecino tenía un cuarto sin ascensor muy degradado. Un ruso se ofreció a comprarlo y le pidió un cifra disparatada. Lo pagó y se dedica al alquiler turístico. Aquí se está pagando 5.000 euros el metro cuadrado por cuchitriles.

¿En qué situación cree que se encuentra el barrio?

—Ya le hemos dicho al policía de barrio que tenemos asignado que este barrio está magalufizado. En la plaza de Tarazanas, esta Navidad y en verano hemos tenido botellones continuos. A esto se une les fiestas en los pisos turísticos. En realidad aquí la gente viene de vacaciones a un gran resort turístico llamado La Llonja. El Ajuntament pretende hacerme creer que es un barrio declarado Zona de Especial Protección Acústica (ZEPA), pero hay un descontrol de ruidos y de horarios.

Es médico de laUCI de Son Espases. ¿Cómo ha vivido la pandemia con este ambiente?

—Hay una doble realidad. En la UCI vives la pandemia y en la calle no existe. Igual estoy hipersensibilizado, pero como profesional que ha vivido la pandemia en primera línea, me indigno.